Opinión | EDITORIAL

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Un confinamiento con trasfondo social

El aislamiento del Segrià ha llegado entre dudas y con un mensaje indeseable que señala de forma injusta a los temporeros

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El Segrià, confinado hasta nueva orden. Puede que la medida se alargue más de dos semanas y no se descarta un endurecimiento de las condiciones, ni siquiera se excluye la posibilidad de un confinamiento domiciliario. Por ahora, no es un retroceso a fase cero. Se permiten reuniones de hasta 10 personas, los comercios están abiertos y los niños pueden jugar en los parques, pero no es posible salir ni entrar libremente de la comarca. Un confinamiento que ha llegado con polémica. 

El jueves pasado, Fernando Simón anunció que la Generalitat estaba estudiando la posibilidad de confinar Lleida. La medida fue negada por el Govern en diversas ocasiones hasta que el sábado fue confirmada con efecto para el mismo sábadoEl margen de maniobra para los vecinos fue escaso, muchos tuvieron que desbaratar sus planes y regresar precipitadamente a su casa. Tomar la decisión de un confinamiento perimetral no es fácil, son muchos los aspectos a considerar, pero por respecto a la ciudadanía sería deseable que los responsables políticos no añadieran todavía más incertidumbre con vaivenes poco justificables. Que la restricción llegue en pleno periodo estival, después de meses de reclusión y una vez acabado el estado de alarma, es un motivo de pesadumbre para la población. Es inevitable la tristeza, como bien señalaba el alcalde de Lleida, pero también es importante destacar que la situación es muy distinta a la del pasado marzo. El sistema sanitario está más preparado ahora, también las medidas de detección y de control.

A lo largo de estos meses se han atesorado conocimientos vitales para el combate contra el virus. También discernimiento sobre las situaciones que lo propagan. El confinamiento de Lleida ha aflorado la emergencia social de los temporeros, que es muy anterior al coronavirus. Las condiciones insalubres en las que muchos se ven obligados a subsistir han sido denunciadas en reiteradas ocasiones por entidades y sindicatos. Su situación ha saltado a la actualidad al estar vinculada a algunos de los rebrotes del virus. No solo en la comarca del Segrià, también en Aragón, Murcia y en otros países europeos, los mataderos y las explotaciones agroalimentarias y hortofrutícolas se han relacionado con los rebrotes. 

Como animales. Así describen su situación en este diario algunos temporeros. Hacinados en pisos, en garajes, en granjas abandonadas o en la misma calle, muchas veces sin acceso a la electricidad ni al agua corriente. Es ilusorio pretender el control de la pandemia cuando estas personas se ven obligadas a trabajar sin distancia social, muchos sin mascarillas, y durmiendo en lugares sin un mínimo de garantías higiénicas. Ahora, la necesidad de frenar la pandemia convierte en urgente las medidas que deberían haberse tomado hace mucho. Los temporeros son imprescindibles para las campañas de recolección agrícola. Su situación de explotación y miseria profunda es un fracaso colectivo. Una vergüenza a la que ahora se suma el estigma de verse señalados por algunos como culpables del contagio y no como las víctimas que son.