Estimado señor Iván Redondo

Doy por hecho que usted no lo sabe, así que le tengo que explicar que mi hija es canadiense, hija de padre canadiense.

El padre proviene de una pequeña ciudad de Ontario. Una ciudad de clase obrera, con la tasa de inmigración más alta de Canadá.

Su vecina se llamaba Ellen. Es madre de dos hijas birraciales. Huyó de su último marido tras que él intentara asesinarla, porque en Canadá es muy fácil obtener una licencia de armas.

Cuando Justin Trudeau se presentó a las elecciones, aseguraba en su campaña que iba a implantar un paquete de medidas destinadas a ayudar a las mujeres.

Recuerde usted que en Canadá no hay sanidad pública tal y como la entendemos aquí. Yo me quedé a vivir en España porque mi hija nació con una enfermedad rara y en Canadá el sistema de salud pública no cubriría su tratamiento. En Canadá tampoco existe el mes de vacaciones pagadas, ni la igualdad de salarios, ni la baja por maternidad, ni el subsidio de paro tal y como aquí los entendemos. Si el casero quiere echarte, te avisa con un mes de antelación y te vas, punto. 

Con esto quiero decir que una madre soltera en Canadá es pobre, paupérrima, y que más le vale que sus hijos no enfermen.

Ellen creyó todo lo que Trudeau le ofrecía. Y le votó.

Violadores en cárceles de mujeres

Cuando Ellen empezó a leer que gracias a la bill C-16, implantada por Trudeau en el 2017 (la ley análoga de la Ley Trans que ustedes ahora pretenden implantar aquí), había violadores y asesinos de mujeres que habían sido transferidos a cárceles de mujeres, creyó que todo era un invento de la derecha. No creyó que si un violador se autoidentificaba como mujer hubiera que tratarle como mujer.

No lo creyó hasta que la CBC, la cadena de televisión canadiense ¡de izquierda!, anunció que Madilyn Harks, antes Matthew, que había abusado de 60 niñas y se había cambiado de género en la cárcel, estaba residiendo en Brampton, a una hora de su casa, y que, según la ley, podría entrar en baños, gimnasios, y vestuarios femeninos, sin que, por ley, nadie pudiera impedirlo.

Ellen recibía un pequeño subsidio como madre soltera. Lo perdió en el 2018. Porque en el 2017 muchísimas mujeres pidieron ese subsidio. Esas «mujeres» eran hombres hasta el 2017, qué casualidad.  En Canadá no hay Ley de Violencia de Género, nadie burló esa ley. Pero burlaron otras.

Beca deportiva a una trans

Ellen creía que su hija Louisa iba a ser la primera persona de la familia que acudiría a la universidad. En Canadá no existen las becas solo por renta, las becas se otorgan por mérito. Y un curso en la McGill cuesta 40.000 dólares. Un título universitario supone, con tasas y gastos de residencia, una inversión de casi medio millón de dólares. El padre de mi hija aún paga el crédito de su universidad, 18 años después de haberla abandonado. 

Louisa esperaba obtener una beca como deportista. Llevaba entrenando desde los cuatro años. Pero la perdió porque la obtuvo una transgénero que muy oportunamente se autoidentificó como mujer en el 2017, y que no hubiera obtenido beca como deportista hombre. Por supuesto, no tuvo que operarse ni hormonarse, la ley no se lo exigía. Si no cree esta historia, busque las declaraciones de Linda Blade, presidenta de las Mujeres Deportistas de Alberta, sobre historias parecidas.

El porcentaje más bajo del voto

En las elecciones del 2015, Trudeau obtuvo 184 escaños. En el 2019, 157. Perdió la mayoría absoluta y pasó a gobernar en minoría, con menos del 35% del voto. El porcentaje más bajo del voto para un partido gobernante en toda la historia del país. Mujeres como Ellen dejaron de votarle.

Se lo cuento porque creo que las mujeres a usted le importamos muy poco. Pero perder el gobierno en próximas elecciones igual le importa algo. 

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