Polémica lingüística en TV-3
La herida del catalán
Jugar con el catalán, chapotear en él, emborronarlo con los diferentes argots solo demuestra su latido
Emma Riverola
Escritora
La serie ‘Drama’, de David Amor, es una producción de TVE y El Terrat. Una de esas supuestas series juveniles que enganchan a todo el que le guste una comedia moderna, ingeniosa, desinhibida y que destila talento, tanto en la interpretación como en el guion. La espontaneidad es su gran seña de identidad. La que permite abordar temas como el aborto o el alzhéimer sin caer en el sentimentalismo. El pasado lunes se estrenó en TV-3. Los personajes alternan el catalán (un catalán nada normativo) y el castellano. Y lo hacen con la misma naturalidad y despreocupación que cualquier joven. Cero dramas. Pero no lo vieron así muchos de los televidentes que se lanzaron a criticar la elevada presencia del castellano. Hasta la 'consellera' de Cultura, Mariàngela Vilallonga, apuntó: "A veces, veo demasiado castellano en TV-3”. Y aseguró haber dado un “toque de atención” a su director.
Una serie como ‘Drama’ puede arrastrar hacia TV-3 a un público que normalmente huye de la cadena pública (y de la televisión). Que la protagonista hable con su padre canario en castellano y en catalán con sus amigos es un signo de normalización del catalán, no de retroceso. Que esa serie esté coproducida por TVE y abierta a toda España, hace más por la divulgación del catalán que el ejército digital que desprecia todo lo que huele a castellano. En la polémica generada sobre ‘Drama’ hay muchas discusiones. Y quizá la más trascendente es cómo abordar el uso, cuidado y fomento del catalán. Tal vez lo primero sería no tratarlo como una lengua muerta. Jugar con el catalán, chapotear en él, emborronarlo con los diferentes argots solo demuestra su latido. No es un asesinato liarse con los 'pronoms febles'. Pero sí es una herida ese rácano 1% del presupuesto de la Generalitat destinado a cultura. También esa concepción homogénea de la cultura que desprecia todo aquello que no es complaciente con el poder ni con su visión de la sociedad. Menos “toques de atención” y más inversión en producción cultural. Menos ranciedad y más abertura de miras.
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