Análisis
Aprendiendo a (co)gobernar
El virus ha llegado para quedarse y esperemos que también la cogobernanza federal
Carme Valls-Llobet
Médica. Presidenta del CAPS (Centre d'Anàlisi i Programes Sanitaris). Miembro de la Red de Científicas Comunicadoras.
Muchas son las lecciones que estamos aprendiendo desde la declaración de pandemia por el virus SARS-CoV-2, a nivel científico, a nivel de atención sanitaria, y a nivel político. Como siempre ha dicho el ministro de Sanidad, Salvador Illa, el virus nos ha llegado a la humanidad sin manual de instrucciones, y además en España y especialmente en Catalunya y Madrid, con unos servicios sanitarios que adolecían de graves deficiencias de recursos materiales y de personal sanitario debido a los continuados recortes presupuestarios en sanidad y servicios sociales que se han producido desde el 2008.
Todos los actores sociales, científicos, sanitarios y políticos se han enfrentado a retos que no hubieran pensado nunca afrontar, excepto los profesionales de la epidemiología que tienen incluida el manejo de las epidemias en su formación. Cuando la OMS declaró la pandemia, empezamos a constatar la ausencia de una verdadera cogobernanza mundial, con la ONU, avisando de los riesgos en los países pobres, pero incapaz de poder obligar a los presidentes de países como Estados Unidos y Brasil, a hacerse responsables de la salud de sus poblaciones, en las que la mortalidad se ceba en los barrios más pobres, los de mayoría negra en EEUU, y en las favelas de Brasil.
Con un virus que no conoce fronteras, la reacción inicial europea de cerrarlas a los estados-nación y de competencia desleal para el acopio de material se ha visto mejorada por la propuesta de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, para pactar el fondo de recuperación y el presupuesto de la UE y el acuerdo unificado de apertura de fronteras. Se han ya iniciado los talleres avanzados de cogobernanza europea.
Falta de previsión
En España, con la sanidad transferida a las autonomías, y con una ley de salud pública pendiente, la gestión de la pandemia adoleció de la falta de previsión y práctica en el enfrentamiento de epidemias por el desmantelamiento de la agencias autonómicas de salud pública, y una confusión persistente entre tener competencias y la eficiencia en la capacidad de gobernar. El principio de subsidiariedad propone que los problemas se puedan resolver en el nivel en que los resultados sean más eficientes. La lucha contra un virus que ya se ha extendido de forma comunitaria no se puede contener con medidas locales, o autonómicas. Muy pocas personas se hubieran quedado en casa, sin un estado de alarma, y por mucho que nos pese, con la Policía y el Ejército implicados.
Gracias al presidente Pedro Sánchez se han hecho ejercicios de cogobernanza, con el consejo interterritorial de sanidad y con las conferencias de presidentes, que todavía tiene un imaginario a interiorizar. Los presidentes de las autonomias son también Estado, y se les exige, lealtad, propuestas y capacidad de cooperación. La misma cogobernanza y cooperación que debería existir con los ayuntamientos y el mundo local, que ha de tomar medidas de control directas sobre las aglomeraciones de la población. El virus ha llegado para quedarse. Esperemos que la cogobernanza federal también.
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