Arquitectura china

Prohibidas las copias, la altura y lo friki

Suena a ironía que China, el país más copión del planeta, ahora prohíba su principal habilidad

Unos edificios en Nanning con la frase 'I love you' pintada en la fachada, el 31 de julio de 2014. China se prepara para el Festival Qixi, que este año se celebra el 2 de agosto.

Unos edificios en Nanning con la frase 'I love you' pintada en la fachada, el 31 de julio de 2014. China se prepara para el Festival Qixi, que este año se celebra el 2 de agosto. / ZX/SU

Juli Capella

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El pasado mes de abril el Ministerio de la Vivienda y Desarrollo Urbano-Rural prohibió los edificios de más de 500 metros, las copias y las rarezas. No el ministerio de aquí, sino el ministerio de China, en plena pandemia. Es curioso que el país que más se ha significado por hacer rascacielos absurdamente altos, clones de celebridades como la Torre Eiffel o Ronchamp de Le Corbusier, y ha erigido tonterías como un edificio con forma de zapato o de tetera gigante se haya dado cuenta de su deriva.

La altura no es un pecado en arquitectura, no hay edificio bueno o malo por ser alto o bajo, pero el contexto urbano debe determinarlo. La copia tampoco es un pecado, todos aprendemos copiando, pero plagiar o falsificar es delito. Y en edificios, una estafa, pues un proyecto pensado para un sitio difícilmente encaje en otro diferente. Respecto a las rarezas, eufemismo de fealdad, hay que decir que sí que hay mucho escrito, pero algunos no han leído nada, como suele decir Federico Correa.

Suena a ironía que el país más copión del planeta ahora de repente prohíba su principal habilidad que le ha dado proyección y riqueza. Pero recordemos que la España franquista también copió a troche y moche todo lo que se hacía en Europa y luego lo producía aquí 'introduciendo algunas peoras', amparada por una autarquía protectora. Cuando tuvo que salir del cascarón no le quedó más remedio que espabilar y comenzar a crear.

El escueto pero contundente decreto chino supone un giro radical en el desmadre vivido hasta la fecha. Concluye con una orden a las autoridades locales: “Guíe las unidades de construcción para mejorar la conciencia cultural, juegue con la sabiduría de los arquitectos. Diseñe y construya proyectos que cumplan con los requisitos del patrimonio cultural, la prioridad funcional, la integración y protección del medioambiente, el ahorro de energía, y satisfaga las crecientes necesidades de las personas para una vida mejor”. Suena panfletario, pero ¡ojalá! Aquí y en China.