No olvidamos

95 días en la uci

Mientras los enfermos salen del hospital, la asistencia primaria se prepara para ser, sin recursos, la primera línea ante el rebrote que vendrá

Varios sanitarios atienden a un enfermo con coronavirus en la uci del Hospital del Mar, el 22 de abril

Varios sanitarios atienden a un enfermo con coronavirus en la uci del Hospital del Mar, el 22 de abril / periodico

Carol Álvarez

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Noventa y cinco días después, un empleado del servicio de mantenimiento del Consorci Sanitari del Maresme ha podido abandonar la uci donde estaba ingresado tras un contagio por coronavirus. 95. Su sufrimiento y el de sus allegados y cuidadores se ha dilatado más allá de todo el periodo del estado de alarma, que se dice pronto. El equipo que le veló le aplaudía a su paso, en silla de ruedas por el pasillo, en un vídeo que corre por las redes como tantos otros que vimos en días de aplausos a las 20 horas y de partes diarios con muertos. Todo un documento que nos enfrenta a una realidad en que solo los riesgos de rebrote nos dejan una más o menos leve inquietud en el cuerpo, en un escenario de hospitales ya preparados, sin confinamiento y con apenas las molestas mascarillas como vestigio de la pandemia. No olvidemos. 

Mientras se aplaude al paciente en recuperación tras 95 días de susto, puñados de médicos y profesionales de la salud se manifiestan cada día delante de algunos ambulatorios de Barcelona, demasiado pequeños, demasiado infradotados, demasiado vulnerables ante lo que está por venir. La asistencia primaria es la última trinchera de la salud de igual forma que los ayuntamientos y sus distritos son el último poder público en contacto con la ciudadanía. Y la cercanía a la realidad pone negro sobre blanco los riesgos que enfrentan los CAP que ya se vieron desbordados con la primera ola del virus. En el Fort Pienc, el pequeño ambulatorio de Carles I cerró puertas cuando un tercio de sus trabajadores enfermaron y ya no reabrirá: no reunía las condiciones sanitarias. Vecinos y profesionales sanitarios llevan semanas protestando en la calle para reivindicar un viejo proyecto, ya aprobado, que nunca se ejecuta y que implicaría la ampliación del centro. Sus protestas hacen de la reivindicación laboral un dramático aviso. Aún lejos de obtener una vacuna, solo la respuesta efectiva en ese primer escalafón de la asistencia médica puede dar garantías para frenar los estragos de un rebrote que todas las proyecciones científicas dan por hecho, sin fecha exacta ni magnitud, pero que llegará.