PERIFÉRICOS Y CONSUMIBLES

Anodinno e Inanne, críticos

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Javier García Rodríguez

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Anodinno García es uno de esos críticos pedantones y venenosos que escriben agitando sus alas de calibri, según se cuenta en los cenáculos que frecuenta. Compra zumo embotellado para no atragantarse con la pulpa de la naranja recién exprimida. Se hace de cruces ante todo lo nuevo, tiene pocas luces, se da de bruces contra la realidad, no se para en los cruces. Anodinno García golpea sobre su paginita con teclas uniformes sin salirse del renglón y de la pauta. Porque es un hijo de la pauta, sí. Cena solo en sitios de comida rápida y retira el pepinillo de su hamburguesa para que no le huela –más– el aliento. Lo destetaron demasiado pronto, probablemente. Coloca la lupa en el lugar exacto donde un rayo de sol (oh, oh, oh) pueda incendiar el libro que critica. Pontifica metódico en cualquier situación aunque no se lo pidan. 

Góngora comparaba a los críticos pedantones y venenosos con los perros pequeños que ladran mucho al forastero

Inanne Higgä-Hartibourgh es una crítica literaria de origen vagamente septentrianal a quien le importa un bledo ser ecuánime. Se afilió a la bandada pedante y venenosa, y, desde entonces, afila el diente y se sube al sarro carro de los demoledores siempre que puede. De reseña viperina y sádica, se mueve bien en redes y en memes. Inanne Higgä-Hartibourgh acude a tiendas de moda a probarse ropa que luego nunca compra. Se vacuna cada año tres veces de la gripe y dice a quien quiera escuchar que de niña padeció de tosferina. Hace videorreseñas de libros regulares plagadas de tópicos que sazona con desplantes y muequitas de película porno. Ha estudiado tres carreras y un máster del universo, y tiene 'dograduadoehcolá' por la Chiquitistán University. Hizo prácticas en la redacción de la revista 'Pronto'.

Cuando pienso en los críticos pedantones y venenosos, me acuerdo de Góngora. No porque él lo fuera, que también, sino por el conocido soneto que, en 1615, dedicó a aquellos que habían atacado su 'Polifemo'. El cordobés, tan torero, los compara con esos perros pequeños que ladran mucho al forastero. Los críticos pedantones se personifican en "Rígido un bachiller, otro severo, / crítica turba al fin, si no pigmea" que "su diente afila y su veneno emplea". Aburrido de que estos Anodinnos y estas Inannes de su época no quisieran entenderle y no supieran valorarle (o viceversa), Góngora les regala, muy liberal él, dos metafóricas ventosidades del cíclope Polifemo.