Opinión | Editorial

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Caminos separados en el PDECat

Los seguidores de Puigdemont ya solo contemplan liquidar el partido heredero de Convergència, desde dentro o desde fuera de él

David Bonvehí y Carles Puigdemont, durante su reunión en Waterloo, en enero del 2019

David Bonvehí y Carles Puigdemont, durante su reunión en Waterloo, en enero del 2019 / periodico

<strong>La tortuosa recomposición del espacio posconvergente</strong> se acelera al mismo ritmo que se acerca el horizonte, indefinido pero inevitable, de las próximas elecciones al Parlament. En ellas se dirimirá el liderazgo en el seno del espacio independentista con ERC, el balance de fuerzas entre este y las fuerzas no soberanistas y la posibilidad de que surjan terceras vías que acerquen posiciones hasta ahora irreconciliables y posibiliten mayorías menos polarizadas. Y gran parte de ello depende de cómo se consumen la deconstrucción de la fuerza heredera de CDC y la reconstrucción de nuevas opciones políticas.  

<strong>Consumada la constitución de un nuevo partido, el PNC, </strong>soberanista, no unilateralista y de centro, por  parte de los moderados expulsados del PDECat por Puigdemont, el siguiente paso en este proceso es el enfrentamiento, cada vez más destemplado, en el seno de la formación heredera de Convergència. La ambigüedad de quienes se mantuvieron dentro del partido tras sus diversas metamorfosis y las purgas dictadas por Puigdemont es ya insostenible. Los cargos institucionales que forman parte del Govern Torra y las listas  electorales elaboradas desde Waterloo optan ya, sin contemplar otra alternativa, por un Junts per Catalunya que mantenga en pie la opción de la independencia de forma unilateral y la confrontación sostenida con el Estado bajo el mando directo del expresidente. Con el PDECat disuelto en su interior, o sin él. No han dado el paso de forzar una consulta, aunque aún quede por delante un último embate en un Consell Nacional, <strong>frente a la mayoría de la dirección del partido que sigue defendiendo la estrategia de mantener al PDECat</strong> como un componente de la coalición puigdemontista, con la baza de los derechos electorales y la propiedad de la marca para conservar su influencia.

Difícilmente, <strong>como se desprende de la entrevista con el ‘conseller’ Damià Calvet que publica hoy este diario,</strong> las dos posiciones pueden encontrar un punto de encuentro. Si las tesis de Puigdemont no se imponen finalmente, sus seguidores parecen dispuestos a crear un nuevo ente más que deje atrás el que aún es su partido. Si en cambio la cúpula del PDECat pierde el pulso, las voces que aún están representadas en ella quedarían sin ninguna representación ni capacidad de influencia en el nuevo artefacto del independentismo más maximalista.

El votante que sin dejar de ser soberanista ve con incomodidad cómo el objetivo de la independencia les alinea en un incómodo frente con la CUP, que no quiere sacrificar a la gesticulación la eficacia de las administraciones públicas en un contexto durísimo, que no quiere repetir los errores del 2017, ha de tener una opción que le represente.  Tanto el PNC, como Units, con el exsocialista Albert Batlle ofreciéndose a liberar la confluencia, como el sector que, perdiendo o ganando el pulso con Puigdemont, no acepte su disolución en JxCat, tienen posibilidades de hacer que este espacio político pueda expresar cuál es su peso real en las urnas, y, siempre que sepan confluir y ofrecer una alternativa clara, influir en la búsqueda de una solución al empate infinito del ‘procés’ .