AL CONTRATAQUE

Lección de historia

Lorenzo Silva ha publicado la enésima aventura de Bevilacqua y Chamorro, donde nos confronta con varios de nuestros demonios contemporáneos

El escritor Lorenzo Silva, fotografiado en Barcelona

El escritor Lorenzo Silva, fotografiado en Barcelona / periodico

Carles Francino

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hace años que desconfío de los campeones de la certeza. Una es cosa es tener principios, y defenderlos, pero otra muy distinta es rodearlos de un foso con agua y cocodrilos. Sé que esa estrategia del encastillamiento gana por goleada, y por eso celebro cualquier señal de resistencia.

Lorenzo Silva ha publicado la enésima aventura de su pareja de guardias civiles, Bevilacqua y Chamorro, y le ha otorgado al primero un aire crepuscular que, además de evocarnos el universo de John Ford, nos confronta a varios de nuestros demonios contemporáneos: ETA, la corrupción, el 'procés'… Y en todos, al veterano Vila le aparecen las dudas. No sobre si es lícito matar por una idea, robar dinero de todos o saltarse la ley, sino sobre si hicimos lo suficiente para evitarlo; y si la represión, por sí sola, basta para resolver problemas complejos. Pero es que además hay otros protagonistas: los que no pegaron tiros, no metieron la mano en la caja y no ignoraron la ley, pero que con su silencio -o complicidad- agravaron el problema. 

El título de la novela, 'El mal de Corcira', se inspira en la isla -actualmente llamada Corfú- donde tuvo lugar la primera guerra civil: partidarios de Atenas contra partidarios de Esparta. Y la crónica de esa guerra –"la muerte se presentó en todas sus formas, y no hubo exceso que no se cometiera"- es del historiador griego Tucídides. Pero tal vez lo más aterrador no sean los detalles de la matanza -que también- sino cómo se alteró el significado de las palabras para cuadrar un relato oficial. 

"Quienes actuaban de forma temeraria y atolondrada pasaron a ser ensalzados por ser más leales al partido que al resto. En cambio, quien se mostró prudente pasó a ser considerado cobarde. El que se dejaba llevar por la ira era el que se creía digno de confianza, y el que no, sospechoso. A quien se adelantaba a intrigar, a hacer el mal, o empujar a otro a hacerlo, era al que se respetaba, por astuto". ¿Nos suena? Es un texto de hace 2.400 años, pero parece escrito aquí y ahora.

Suscríbete para seguir leyendo