Tablero catalán
A la ruina en tres generaciones
Josep Martí Blanch
Periodista
Josep Martí Blanch
Hace ya algunos años colaboré estrechamente con el profesor Josep Tàpies, titular de la Cátedra de Empresa Familiar de IESE, en varios proyectos. De su mano tuve la oportunidad de conocer, con todo lujo de detalles, las particularidades de este tipo de compañías y la abundante literatura existente sobre ellas, encaminada principalmente a profundizar sobre los problemas que afectan a su supervivencia, así como las mejores prácticas para afrontarlos con éxito. Entre las mayores amenazas para las compañías familiares había una que destacaba sobre todas las demás: la sucesión, tanto en la propiedad como en la gobernanza.
¿Cómo se garantiza la continuidad de una empresa familiar, generación tras generación, evitando que acabe haciéndose realidad el viejo chascarrillo que asume como inevitable la decadencia de las sagas empresariales en solo tres generaciones, las que van del abuelo empresario al nieto mendigo pasando por el hijo millonario? Si el tema les interesa tienen literatura para entretenerse hasta que su estómago y cerebro digan basta.
Empresario, millonario, mendigo
He recuperado esos apuntes y anotaciones sobre la empresa familiar para ver hasta qué punto sirven también para analizar el show que se interpreta en estos momentos en el teatro del PDECat, como legítimo heredero de la Convergencia.
Un proyecto quebrado
Convergencia acabó siendo el proyecto personalísimo de Jordi Pujol, el equivalente al emprendedor inicial que acaba por forjar un imperio comercial, si hablásemos de una empresa familiar. Su sucesor, Artur Mas, creció ya en un entorno acomodado, cargos, responsabilidades y parabienes al abrigo del imperio forjado por su padre político. Mas representaría la segunda generación, la del hijo millonario al que las cosas sólo le pueden ir peor que a su mentor. Ahora a David Bonvehí, coordinador general del PDECat, le tocaría dar cumplimiento a la profecía y andar escoba en mano recogiendo escombros en calidad del nieto-mendigo, el último eslabón de una saga empresarial que llega a su fin. En tanto que empresa familiar, con un producto identificable para el consumidor-político en el lineal de las ideas y con una trazabilidad conocida, el proyecto que puso en pie Pujol, y al que Mas intentó dar continuidad, ha quebrado.
Puigdemont, un fondo agresivo
La rama de la familia que encabeza Puigdemont descubrió hace dos años, con las elecciones catalanas que convocó Mariano Rajoy y en las que el eurodiputado gerundense le comió la tostada a ERC, los beneficios rápidos de la economía especulativa. Como es normal en quien gestiona un fondo agresivo, político en este caso, lo importante no es el medio ni largo plazo, tampoco la sostenibilidad del negocio, ni nada que distraiga de lo fundamental, que es únicamente la máxima rentabilidad en el menor periodo de tiempo y sin preguntarse cuál es la factura que esconden esos dividendos. Así que ya no estamos hablando de una familia empresaria si no de un negocio especulativo en el que cada día tiene su afán en el sentido mas literal. ¿Y mañana? Ya se verá.
Escribíamos hace exactamente una semana que el PDECat iba a quedarse en los huesos si se negaba a desaparecer sin más en el proyecto que Carles Puigdemont ha encargado a Jordi Sánchez.
Siete días después vemos que David Bonvehí y la dirección del PDECat están efectivamente solos. Casi todos los militantes del partido con cargo en el gobierno prefieren los pingües beneficios que proporciona el negocio especulativo al que les invita el binomio Puigdemont-Sánchez, condimentado con las trazas de superioridad moral que proporcionan otro binomio, el de los presos Turull-Rull. El manifiesto pidiendo la liquidación del PDECat, al que se han sumado masivamente, indica claramente que prefieren apostar más por un rendimiento especulativo que mantenerse fieles a un legado político de varias generaciones, fundamentado sobre una manera concreta y previsible de entender Catalunya y las políticas que se requieren para afianzar su progreso.
Nada que no se vea cada día analizando la evolución de las familias empresarias. Nacer, crecer y desaparecer. Pero por pingües beneficios que proporcione la economía especulativa el bienestar de una sociedad requiere la existencia de empresas de corte clásico, preocupadas por el largo plazo y que no vivan pendientes únicamente de la evolución del mercado bursátil a cada segundo.
El mercado dirá si hay sitio para otra empresa
En unas semanas el PDCAT sucumbirá definitivamente a la OPA hostil del puigdemontismo. Sólo hace falta saber usar una calculadora y sumar apoyos de unos y otros para saber que esto va a ser así. Pero va a quedar un remanente de capital que permitirá a algunos herederos del extinguido imperio convergente poner en marcha una nueva empresa. David Bonvehí, Marc Castells, Marc Solsona, Ferran Bel, Genís Boadella, junto a alcaldesas, alcaldes y militantes repartidos por toda Catalunyaa son suficientes para atreverse -Marta Pascal ya lo ha hecho con su recién estrenado PNC- con un nuevo proyecto de largo plazo que abandone la especulación permanente para centrarse en la política productiva. Llegado el caso será el mercado el que dirá, finalmente, si hay sitio para una nueva familia empresaria. Para los gestores de fondos va a seguir habiéndolo con toda seguridad.
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