Por una gestión transparente

De servicios y servidores públicos

Nos han salvado la vida y no puedo tolerar que se pongan en riesgo por la vía de la evasión fiscal, de la corrupción, del despilfarro de recursos o de la desidia

Varios sanitarios atienden a un enfermo con coronavirus en la uci del Hospital del Mar, el 22 de abril

Varios sanitarios atienden a un enfermo con coronavirus en la uci del Hospital del Mar, el 22 de abril / periodico

Núria Iceta

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El día 14 de marzo pasado se proclamó el estado de alarma y el día 30 se nos pidió el confinamiento total. Desde el primer momento se me ha exigido responsabilidad y la he ejercido: como ciudadana, como vecina, como minúscula empresaria... y lo he hecho, porque es en sociedad de nacemos, vivimos y morimos, y es el organismo que nos vincula los unos a los otros.

He visto como la inmensa mayoría de la gente, de forma silente y responsable, ha hecho lo mismo, sin hacer demasiadas preguntas. Pero supongo que a muchos ahora nos sale el susto, y resulta que yo hay cosas que ya no estoy dispuesta a hacerlas de la misma manera. A aceptarlas de la misma manera. Sé que todavía no se ha acabado, pero si algo sabemos que nos ha salvado son los servicios públicos y sus profesionales. Y lo que no puedo tolerar es que se pongan en riesgo por la vía de la evasión fiscal, de la corrupción, del despilfarro de recursos o de la desidia. Los servicios públicos son la razón de ser de una vida compartida, y los tenemos que defender con uñas y dientes.

Mecanismos de gobernanza adecuados

Los mecanismos de gobernanza que los tienen que garantizar deben poder disponer de herramientas modernas de gestión, un buen sistema de coordinación entre administraciones, mecanismos de participación, fomentar la colaboración público-privada y actuar bajo control parlamentario, con transparencia, con un respeto escrupuloso por el dinero público. Por eso es intolerable la apropiación indebida del dinero de todos en bolsillos privados. Y menos aún ahora, cuando las dificultades pesan sobre los hombros de la gente, en especial los que tienen menos recursos.

Los representantes políticos, ya tengan tareas de gestión, de decisión o de representación, deben estar dispuestos a rendir cuentas a la ciudadanía. Todos sin excepción. Por eso se me hace cada vez más difícil de aceptar que la máxima institución del país sea la monarquía. Como con tantas otras cosas se nos dirá que ahora no es el momento de hacer cambios, pero dudo que haya nunca un buen momento. Y si se debe cambiar la Constitución, pongámonos a ello, que hay un par o tres de cosas más que también me gustaría aprovechar para cambiar.