La clave

Los limbos del coronavirus

La pandemia ha dejado huérfanos de respuestas a miles de familiares de fallecidos en plena crisis del covid-19

Traslado de ancianos en una residencia de ancianos de Madrid.

Traslado de ancianos en una residencia de ancianos de Madrid. / JOSÉ LUIS ROCA

Carol Álvarez

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Los sin nombre. Así denominan los forenses a aquellos cuerpos sin vida que llegan a sus manos, personas que fallecieron en circunstancias más o menos claras pero que coinciden en que no llevan ningún elemento que las identifique y, por tanto, se convierten en un misterio por resolver. El Institut de Medicina Legal de Catalunya es una de las dependencias  que guarda esos cuerpos. Hace unos años, en Collserola, rodeado de bosques, guardaban entre los cuerpos por identificar el de una joven que solo podían rastrear a través de un tatuaje. Eso, y el dinero que escondía en una bota cuando fue hallado su cadáver en un paraje apartado. Tardaron su tiempo, pero lograron dar con su identidad y darle un punto final digno a su existencia, sobre todo para sus allegados. 

En aquellos tiempos el IMLC presumía de inaugurar la primera unidad específica para atender casos de ébola, si se producía un contagio en nuestro país, algo que parecía imposible y que situaba la virguería médica al nivel de quienes construyen un búnker postapocalíptico. 

No ha llegado el fin del mundo tal y como vaticinan los calendarios mayas y recrean justo  estos días series televisivas como Dark, que estrena  su tercera temporada coincidiendo con el día de marras de las predicciones. Lo que llegó fue la pandemia, un virus muy parecido al ébola en letalidad y forma de propagación y, sobre todo, un montón de misterios dolorosos por aclarar. Se cuentan a miles los enfermos, la mayor parte ancianos que vivían en residencias, que han perdido la vida tras ser infectados por coronavirus. ¿Murieron de coronavirus? Técnicamente, hay un enorme vacío tras esa pregunta en demasiados casos, a tenor de los partes médicos que se extendieron. La causa final de la muerte, una parada cardiorrespiratoria, no explica cuál fue el motivo determinante. Y ese misterio deja en un limbo sin nombre el último acto de la vida de miles de personas, sin ese punto final necesario para ir encajando todas las piezas que componen esta gran tragedia que acabamos de vivir.