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Ahora no puedo, tengo un webinar

En realidad, en el mundo digital no tienen por qué hacerse las cosas muy distintas del mundo físico; y menos si es perdiendo derechos

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Agustí Sala

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No se asusten si llaman a alguien y les dice que nos les puede atender porque tiene un webinar. Suele pasar desde que se decretó el estado de alarma, se fomentó el distanciamiento social y el teletrabajo. La necesidad de mantener la actividad pese a todo ha impuesto este tipo de contactos, dado que los aforos en las reuniones encuentros se redujeron y, a día de hoy, todavía siguen estando muy limitados.

Muchos han descubierto plataformas como GoToWebinarZoomDemioGoogle Hangouts y otras muchas que sirven no solo para escuchar o para hablar sino para interactuar, aunque nunca es, evidentemente, como el contacto más directo. En realidad cuando alguien dice que no puede responder por estar en un webinar es lo mismo que sucedía cuando se le llamaba y estaba en un seminario (sin el 'web'), una reunión o en un acto. Las probabilidades de que no sea una excusa y de que sea verdad son elevadas en el contexto actual. Ahora, la diferencia es que lo hace sin moverse de casa, pero a todas horas y sin apenas límite de ningún tipo. Conexión permanente, los siete días de la semana y las 24 horas del día. 

Con el tiempo hemos visto que se hace necesario ordenar y regular todo este nuevo contexto en el que nos vamos a tener que desenvolver. Se trata de que trabajar desde casa o desde otro lugar que no sea la sede de la empresa o cualquiera de sus oficinas no suponga uno o varios pasos atrás en la mejora de los derechos laborales y sociales. La tecnología ha de servir para mejorar nuestras vidas, no para empeorararlas.   

De todas formas se pueden extraer conclusiones positivas de lo que está pasando y de la digitalización acelerada de nuestras actividades cotidianas. La primera, que la red para internet y para comunicarse ha aguantado, pese a que con el confinamiento, a los miles de personas que teletrabajaron -muchos lo siguen haciendo,- se sumaron otros tantos que aprovecharon para ver series, películas o jugar con videojuegos.

Algunos técnicos cuentan que, además de cruzar los dedos para que no se colapsara el sistema, se reforzaron las redes y la colaboración entre las distintas operadoras, lo que dio como resultado un servicio sin apenas disfunciones. El balance, en todo caso, es que todos pudimos trabajar, entretenernos y lo que fuera que quisiéramos hacer, sin interrupciones de un servicio convertido en esencial. 

La segunda es que se demuestra que muchos desplazamientos y reuniones que celebramos se pueden solventar con una videoconferencia. No solo se ahorra tiempo y puede mejorar la productividad si no que se contribuye a reducir la contaminación al evitar desplazamientos. 

En todo caso, como decía, será necesario establecer unas reglas de juego mínimas, como afirmabada en una entrevista con este diario la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Y como establece el borrador que ha elaborado para poner orden a esta modalidad de trabajo que ha venido para quedarse.

Entonces podrán seguir funcionando los webinars, las videoconferencias, pero no a todas o cualquier hora. En realidad, en el mundo digital no tienen por qué hacerse las cosas de manera muy distinta de como se hacen en el mundo físico y, menos, si suponen la pérdida de derechos.