LA COMISIÓN DE RECONSTRUCCIÓN

El parto de los montes

Haría falta, claro, un pacto de la Moncloa, pero difícil lo ponen cuando los protagonistas solo tienen ánimos de confrontar

Patxi López, presidente de la comisión de reconstrucción en el Congreso, durante la primera sesión, el pasado 13 de mayo.

Patxi López, presidente de la comisión de reconstrucción en el Congreso, durante la primera sesión, el pasado 13 de mayo. / periodico

Javier Aroca

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Impresionantes montes y cordilleras, que diría Esopo, para luego parir un ratón. Los Pactos de la Moncloa forman parte del imaginario de la Transición; como en todo mito fundacional, en este caso del reciente periodo democrático, casi todos comulgan, muchos en pecado por no haberse antes confesado y hacer acto de contrición.

Me refiero a que no se cumplió tanto de lo que se pactó. La derecha montaraz de origen franquista, es decir, Fraga, se opuso, excepto a la parte económica, y la patronal -por Catalunya se conoce muy bien-, representada por Carlos Ferrer Salat, no fue una colaboradora leal, sino más bien una feroz opositora. Nada hubiera cambiado a principios de abril, cuando Pedro Sánchez hubiese propuesto unos nuevos Pactos de la Moncloa.

Consciente de que las cosas no habrían llegado a buen puerto, apenas semanas después propuso otra cosa: una comisión de reconstrucción en sede parlamentaria, es decir, si quieres que nada funcione crea una comisión. Y todo para que la derecha y la patronal no se descolgaran, otra vez.

Hace pocas fechas tuve la oportunidad de oír en directo en la SER a Javier Maroto, revendiendo buenas intenciones en la feliz terminación de la inútil comisión. Sin duda que en el empeño de todos en que la comisión acabara bien influye el criticado pero temido CIS, como se recogió en estas páginas. Los encuestados, en un 94%, hablan de la  necesidad de acuerdos. Si no, otro gallo cantaría y otro fotógrafo lo inmortalizaría.

Como soldados de terracota

Haría falta, claro, un pacto de la Moncloa, ahora con Constitución y Estado de las autonomías, pero difícil lo ponen cuando los protagonistas no tienen ánimos de pactar sino de confrontar y, desde luego, ninguna cultura ni lealtad federal como exige este momento crítico, más de 40 años después. Los protagonistas parecen fosilizados, como si nada hubiera acontecido y fueran soldados de terracota.

Dice la prensa capitalina que el Gobierno de coalición cede en sus propuestas fiscales, quizá en un acto de generosidad; curioso que se atribuya radicalidad a algo reclamado por instituciones internacionales y opuestos ideológicos en el ámbito de la fiscalidad a los más ricos.

Decía Maroto y los suyos, con un sonoro plan Cajal -más de 'namers' que de política real-,  que hay que llegar a un pacto sanitario. Como si las competencias sanitarias no estuvieran cedidas y sus gobernadas comunidades no pudieran, sin pacto, cesar de desmantelar la sanidad pública, despedir a sanitarios, malpagarlos y abundar en lo privado.

Y pactos de inversión bianuales, como si se pudiera hacer sin contar con la Unión Europea (UE), donde la derecha, con piel de borrego demoscópico en España, ataca a los intereses económicos del Estado, aliada con los frugales, que pretenden imponer condicionalidad para dificultar la acción del Gobierno.

La candidatura de Calviño

Si acaso, dicen que apoyan a Nadia Calviño para el Eurogrupo, algo que nadie entendería al contrario como nadie entiende que defiendan al Gobierno ultraderechista de Orban en Hungría mientras acusan a España de limitar los derechos democráticos.

La comisión hubiera sido necesaria, pero manda más la demoscopia que la sincera voluntad, más el 'argumentario' que el 'BOE'. En Madrid dicen "ambigüedad constructiva"; en Andalucía decimos "ojana", es decir, aire.