RIESGO DE FRACTURA

El fin del 'pasapalabra' convergente

En el PDeCat hay hoy dos polos claramente opuestos que básicamente solo se ponen de acuerdo en que esta situación es ya insostenible

David Bonvehí y Carles Puigdemont, durante su reunión en Waterloo, en enero del 2019

David Bonvehí y Carles Puigdemont, durante su reunión en Waterloo, en enero del 2019 / periodico

Toni Aira

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Dos no se pelean si uno no quiere. La máxima le cae como anillo al dedo a la relación entre JxCAT y ERC, pero también a la del universo (pos)convergente consigo mismo. En los dos casos, hay motivo para el enfrentamiento. Aunque si bien se entiende que el enfrentamiento entre el puigdemontismo y la dirección del PDeCAT bebe mucho del postrauma que vive por las causas y el contexto de su mismo nacimiento, lo largo de las tensiones que arrastra desde entonces hace tiempo que no tiene justificación posible, ni para los propios implicados, que a un lado y al otro del 'ring' muestran claros indicadores de agotamiento, también psicológico. Y, entonces, ¿por qué no rompen ya? También ahí hay motivo.

En el entorno del presidente del PDeCAT, David Bonvehí, se impone una dinámica muy propia de un gen convergente que ellos, a diferencia de sus compañeros puigdemontistas, no renuncian a representar en buena parte. Ahí, pues, cierta pulsión conservadora, alérgica a los cambios bruscos, a la ruptura y al riesgo en general, les ha llevado desde hace tiempo a depositar gran parte de sus esperanzas de deshacerse de sus incómodos compañeros de viaje en el ir aguantando hasta que dimitan en bloque los fieles a Carles Puigdemont que formarían parte de la Ejecutiva del partido y que estarían capitaneados por la vicepresidenta del PDeCAT, Míriam Nogueras.

Bonvehí y su segundo, Ferran Bel, en principio cuentan con 23 fieles en la dirección frente a siete partidarios de la disolución del partido en JxCAT, una opción marcada por Waterloo y defendida desde la Crida por Jordi Sánchez. El expresidente de la ANC no ha podido insistir más a Bonvehí en este sentido, entre otras cosas porque el presidente del PDeCAT llegó a espaciar al máximo sus visitas periódicas a Lledoners para ahorrarse el mal trago que le suponían. Y 'qui dia passa, any empeny'. Pero todo tiene un límite. Hasta el 'ir tirando' clásico que parece describir cierto espíritu convergente de toda la vida.

Un punto de degradación "irreversible"

Confiar en que los de Puigdemont se irán recuerda bastante a aquellos años en que los líderes convergentes depositaban muchas esperanzas en que sería la Unió de Josep Antoni Duran i Lleida quien les haría la faena, rompería y acabaría con la agonía de una CiU que había sido durante décadas sinónimo de éxito electoral, pero que en su largo y tortuoso tramo final ofreció un espectáculo muy poco edificante, para empezar de cara a la propia parroquia. Algo parecido a lo de ahora entre JxCAT y el Partit Demòcrata.

"Se ha llegado a un punto de degradación irreversible", aseguran desde el entorno de Bonvehí. Pero no solo hace mucho tiempo que lo dicen, sino que además lo acompañan de no pocos hechos que suman de forma resolutiva a tal afirmación. Cíclicamente, a las puertas de un periodo electoral o de un plazo marcado en clave de reordenación del espacio político (pos)convergente, las tensiones afloran, las amenazas van a más, pero no acostumbran a pasar de enfrentamientos contundentes en grupos de Whatsapp o en reuniones contadas a puerta cerrada. Luego llega la hora de la verdad y entonces tiran del clásico 'pasapalabra' convergente. Y aquí no ha pasado nada. Pero sí que ha pasado. Y hasta este proceder que históricamente no ha dado mal resultado electoral tiene un límite.

Alguien podría pensar que a este límite llegaron Marta Pascal y Carles Campuzano, entre otros, hace unos meses, y que de ahí el arranque oficial este fin de semana del Partit Nacionalista Català (PNC). Pocas hipótesis crispan más a los de Bonvehí: "Ahora parecen ser los valientes, cuando en su día hicieron como nosotros, eso sí, hasta que los echaron". Es el sentir de un núcleo duro del PDeCAT y que uno de sus miembros destacados resume con una frase contundente: "Si hubiesen seguido en las listas electorales, no habrían dicho ni mu". La frase lleva implícita una parte de autorretrato, como mínimo de una parte del propio proceder durante años.

Pero un buen día, en las vidas de este mundo con cierta aversión a romper la baraja, emergió el liderazgo de un Puigdemont, de quien se ha dicho que es un convergente que piensa como alguien de ERC y que actúa como un miembro de la CUP. Y, entonces, todo patas arriba. Algunos en la propia casa creen que santamente. Otros, muchos de ellos en la dirección del PDeCAT, lo han vivido como una penitencia. Dos polos claramente opuestos que ahora básicamente solo se ponen de acuerdo en que esta situación, así, ya es insostenible. Habrá respuesta en breve y ya no podrá ser el clásico convergente 'pasapalabra', tan recurrente en sus crisis internas.