DOS MIRADAS

Racismo

Sin la complicidad de todos los jugadores, los árbitros y las gradas difícilmente se derrotará la xenofobia en el deporte

Moussa Marega, el jugador del Oporto que el pasado febrero abandonó el terreno harto de los insultos racistas, durante un partido

Moussa Marega, el jugador del Oporto que el pasado febrero abandonó el terreno harto de los insultos racistas, durante un partido / periodico

Emma Riverola

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Resulta muy difícil imaginar cómo se vive cuando estás expuesto a ser insultado constantemente. Cuando eres declarado sospechoso de algo, de lo que sea, por el simple hecho de existir. Cuando un simple paseo es objeto de control policial. Cuando tu única culpabilidad es un color de piel que ni siquiera elegiste. Sí, resulta difícil de imaginar.

Por ello, mejor pactar con el silencio y dejar que las voces que sufren el racismo hablen. eso está haciendo EL PERIÓDICO a través de una serie de entrevistas a deportistas que sufren la discriminación en el terreno de juego. Algunas de sus respuestas estremecen. Ni jugar en equipos relevantes, ni ser considerados ídolos les ha protegido del racismo.

El pasado febrero, Moussa Marega, jugador del Oporto, abandonó el terreno harto de los insultos. Y su marcha es una victoria de la discriminación. ¿Es esa la lección que queremos para nuestros hijos? Un jugador es el equipo y el equipo es el deporte. Y el deporte no puede mancharse así. Sin la complicidad de todos los jugadores, los árbitros y las gradas difícilmente se derrotará la xenofobia. Si hay racismo, no hay juego.

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