El 'Lancetgate'

Tiempos de la medicina basada en la (e)Videncia

Los dos polémicos artículos sobre la cloroquina son un buen ejemplo de la decadencia del proceso de publicación médico-científico

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Clara Menéndez / Raquel González / Xavier Carné

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El pasado jueves 4 de mayo ocurrió algo inusual: dos de las revistas médicas más importantes, 'New England Journal of Medicine' y 'The Lancet' publicaron, con poco más de una hora de diferencia, sendas retractaciones de dos artículos firmados por los mismos autores. Se trataba de dos polémicos estudios que sugerían <strong>que la hidroxicloroquina</strong> puede aumentar la mortalidad de los pacientes ingresados con covid-19. Era la culminación de un escándalo que en días anteriores había llevado a científicos de todo el mundo a cuestionar y denunciar la veracidad de unos datos supuestamente obtenidos de hospitales de todo el globo.

Este caso ha puesto de manifiesto las debilidades de un sistema que en los últimos tiempos estaba mostrando señales crecientes de ineficiencia y que desde el inicio de la pandemia está resultando cada vez más cuestionado. Por un lado, la opacidad del proceso mismo de revisión, por el que en la mayoría de las revistas médicas los revisores son anónimos para los autores. Teóricamente, los revisores, que son seleccionados por la propia revista, deben ser expertos en la materia, y por tanto, no es infrecuente que tengan intereses a favor o en contra de la publicación de los resultados bajo revisión, es decir conflictos de interés. La ausencia de conflictos de interés es fundamental para garantizar la revisión objetiva de los artículos científicos, pero desgraciadamente no siempre se declaran. Por otro lado y, sobre todo, cuando existe una avalancha de artículos como en el caso de la covid-19, no siempre se encuentran expertos en la materia, dando lugar a revisiones de baja calidad.

Otra limitación del actual sistema de revisión científica son los criterios que, además de la recomendación de los revisores, las revistas médicas utilizan para finalmente decidir la publicación de un artículo. En esos criterios influyen cuestiones de impacto público y visibilidad de la revista, que a veces pesan más que los criterios técnicos y de calidad científica.

Los dos estudios mencionados son un buen ejemplo de la decadencia del proceso de publicación médico-científico. Curiosamente, tanto los medios no científicos como la comunidad científica en general han criticado y puesto más peso en la responsabilidad de los autores de los dos estudios, acusándoles de algo tan grave como la invención de datos. Posiblemente esto último sea cierto, como parecen indicar los resultados de las revisiones externas que se han llevado a cabo por varios grupos de expertos; sin embargo, se está olvidando que la máxima responsabilidad recae en las propias revistas médicas. Los directores editoriales de estas revistas (una americana y la otra británica), a sabiendas de su capacidad de influencia (que abarca desde la OMS a los ministerios de salud de los países y la comunidad médica en general), y conocedores de que la enfermedad sobre la que tratan los dos artículos está paralizando el mundo, aceptaron publicarlos relajando sus códigos de integridad ética. Irónicamente, después de observar la reacción negativa que ha despertado su publicación, las revistas trasladaron su responsabilidad a la retractación por parte de los autores, mientras que los editores de ambas revistas han ignorado manifiestamente su parte de responsabilidad y compromiso ético.

Sin duda, son malos tiempos para la medicina basada en la evidencia (en pruebas), en la que se debería asentar la toma de decisiones clínicas sobre el cuidado del paciente. Es momento de pararse a reflexionar para evitar que se destruya algo que ha costado (y cuesta) tanto esfuerzo mantener.  Para ello es necesario cambiar los actuales procedimientos obsoletos, opacos y arbitrarios de la publicación científica por un sistema abierto, transparente y lo más objetivo posible.

*Clara Menéndez y Raquel González son directora e investigadora, respectivamente, de la Iniciativa de Salud Materna, Infantil y Reproductiva del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por Fundación “la Caixa”. Xavier Carné es especialista en Farmacología Clínica del Hospital Clínic de Barcelona. Los tres autores son investigadora principal, coordinadora técnica y consultor externo, respectivamente, de un ensayo clínico con hidroxicloroquina en hospitales españoles financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación.