FIN DEL ESTADO DE ALARMA

Vivir en una normalidad alterada

Tendremos que esforzarnos para encontrar la mejor manera de continuar expresando, más que nunca, nuestro afecto, aprecio y estima hacia los demás

Una interna en una residencia de mayores abraza a un familiar a través de un plástico habilitado para que tengan su primer contacto desde hace tres meses, en València, el 17 de junio

Una interna en una residencia de mayores abraza a un familiar a través de un plástico habilitado para que tengan su primer contacto desde hace tres meses, en València, el 17 de junio / periodico

Sergi Corbella

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Se inició el confinamiento pensando que serían 15 días y han sido tres meses. Las consecuencias psicológicas y emocionales de esta reclusión no son pocas en función de la edad, las características personales y las circunstancias individuales/familiares de cada ciudadano. La ansiedad, la tristeza, la irritabilidad, la apatía, la desilusión, la desesperanza y el agotamiento emocional son algunas de las muchas afectaciones que podemos haber experimentado en mayor o menor medida cualquiera de nosotros durante el confinamiento (y en fases posteriores). El ser humano tiene una extraordinaria capacidad adaptativa y lo hemos podido vivir en primera persona ante esta situación difícil de imaginar hace unos meses. La crisis sanitaria del covid-19 ha incrementado el sentimiento de vulnerabilidad y ha generado un contexto de máxima incertidumbre a muchos niveles que, previsiblemente, tendrá sus efectos en la salud mental de una parte importante de la población.

Ahora nos encontramos con la ilusión y el desafío de recuperar hábitos y acciones que detuvimos hace unos meses. Una de las consecuencias del confinamiento la encontramos en la forma de abordar personalmente el desconfinamiento. Poco a poco vamos comprobando que el retorno a una cotidianidad fuera de casa resulta extraño por la mezcla de emociones y por la variedad de reacciones que vemos en los demás. No todo el mundo afronta el desconfinamiento de la misma manera ni con la misma percepción de seguridad y confianza. Las características individuales, la personalidad de cada uno, juegan un papel esencial a la hora de explicar la heterogeneidad de reacciones y maneras de vivirlo. Desde miedos extremos hasta deseos exacerbados por salir son algunas de las muchas reacciones. Del mismo modo que el ser humano tiene una gran capacidad de adaptación, también la tiene para minimizar la incomodidad que genera el sufrimiento ajeno. Esto explica la tendencia a recuperar rápidamente la normalidad vivida antes del confinamiento y la necesidad de volver a lo que conocíamos y nos hacía sentir cómodos.

Lo esencial de lo que somos

Numerosas personas, entre ellas autoridades políticas, han utilizado el término 'nueva normalidad' para hacer referencia a la realidad que nos encontramos después del confinamiento. Han tratado de explicado la nueva normalidad incorporando el hecho de vivir con la distancia física de seguridad (2 metros) como eje de protección mientras el virus continúe entre nosotros. ¿La llamada 'nueva normalidad' puede ser normal sin proximidad física ni abrazos? ¿O sería preferible decir y explicar que nos toca vivir un periodo de tiempo transitorio conscientes de que algunos hábitos deben cambiar debido a 'la alteración de la normalidad' por las medidas de prevención del covid-19? Entender una normalidad (aunque sea nueva) sin una proximidad física interpersonal resulta difícil, triste e incluso contradictorio. No creo que nos ayude mucho entender el distanciamiento físico como una medida de 'normalidad', más bien debe ser vivido como una medida necesaria de prevención para vivir transitoriamente en una 'normalidad alterada' por el covid-19.

El ser humano es un animal social, ha evolucionado a lo largo de la historia afrontando y superando numerosas pandemias y siempre ha vuelto a abrazarse. El contacto físico, la expresión del afecto, la caricia, la proximidad relacional nos han llevado a ser como somos y no nos conviene atrevernos a plantear una vida social normalizada sin aquellos aspectos que forman parte de lo esencial de lo que somos. Desde la proximidad se ayuda, desde la proximidad se comprende al otro, desde la proximidad se aprende del otro... Ahora hemos aprendido que con una proximidad física poco protegida nos podemos contagiar de un virus desconocido hasta hace pocos meses.

Un nuevo aprendizaje asociado a un nuevo reto mayúsculo; un reto sanitario, económico, pero también social, psicológico/relacional y sobre todo científico. Digo sobre todo científico porque será gracias a la capacidad de cooperación entre los miles de grupos de investigación de todo el mundo que se conseguirá un remedio (vacuna o vacunas y/o tratamientos) que permitirá dejar atrás una normalidad alterada temporalmente por el virus para llegar a una normalidad 'mejor' donde el abrazo y la proximidad física vuelvan a ser protagonistas sin dudas ni incomodidades. Mientras estemos en esta 'normalidad alterada', tendremos que esforzarnos para encontrar la mejor manera de continuar expresando, más que nunca, nuestro afecto, aprecio y estima hacia los demás. Sentirnos acompañados por quien amamos y apreciamos nos ayuda a afrontar en  mejores condiciones cualquier reto que nos encontramos.