PETARDADA EN LA NOCHE DE SANT JOAN

Ahora ya sabemos de qué hablaba Piqué

Leo Messi se lamenta de una ocasión perdida.

Leo Messi se lamenta de una ocasión perdida. / periodico

Emilio Pérez de Rozas

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Son cosas de Gerard Piqué, magnífico en todo momento sobre el césped, incluso aguantando con dolor sabedor de que no podía dejar a su equipo tirado en aquellos instantes (peligrosísimos). Son cosas de alguien con una cabeza especial, privilegiada, que se ha estado preparando, no solo para el fútbol, que practica casi como entretenimiento aunque con enorme profesionalidad (incluso con la camiseta de España, como le encanta recordar a él), sino para el día después. Podría ser, cuando quisiera, presidente del Barça, o de Catalunya, como un día le propusieron a Pep Guardiola.

Pero las cosas de Piqué también tienen sus trucos. Y, a veces, hasta se les ve el remiendo, el descosido. La noche de Sant Joan fue, en un desértico Camp Nou, que solo estalló, no con el gol milagroso de Rakitic, sino con los petardos que celebraban, más allá de las doce de la noche, el 33 cumpleaños de Leo Messi (¡vaya, la edad de Cristo!, no es extraño), una noche de petardada inmensa, tremenda, temible, ¿premonitoria?, tal vez, sí, pero, sobre todo, muy real, tan real que si el Barça no gana esta Liga no será, no, por el VAR. O no será ‘sólo’ por el VAR.

Un Barça a trompicones

El Barça tiene, desde hace muchos meses, un problema de juego, de intensidad, de determinación, de hambre, de alineación, de entrenamiento, de estrategia, de jugadores en final de ciclo y de miedo por parte del entrenador de meter mano a la alineación para no incomodar a un vestuario, que se sabe dueño de la situación, no solo en las catacumbas del Camp Nou sino, incluso, en el palco, en los despachos. Y no ha sido la pandemia, no, quien ha zarandeado a un equipo que ya funcionaba a trompicones. Ha sido la inercia de no saber cómo meterle mano, ahora sí, a un final de ciclo portentoso, al equipo de la excelencia, a tantas prebendas como han recibido estos futbolistas.

Contaba Guardiola y ahora lo he vuelto a ver escrito en muchos textos, que el Barça solo era capaz de ganarle la Liga al Real Madrid si era muy superior, en juego y eficacia, en el campo. Si las cosas estaban igualadas, el Real Madrid era más poderoso en todo lo demás incluido, entonces los árbitros, ahora, el VAR. No es mal argumento, siempre y cuando el Barça parta de un punto de vista que, ahora, está en las antípodas de esa tesis: jugar bien al fútbol, ser dueño de los partidos, imponerse al rival, atemorizarle, ser el Barça. El Barça, ahora, no asusta a nadie y todo el mundo se atreve con él. El Barça solo da pases y pases, confía en Messi, al que se le resiste, ya ven, el gol 700 y mira más a Valdebebas y a la sala del VAR que a su propio vestuario.

Ansu y Riqui, la chispa

Un club de 1.047 millones de euros puso anoche su futuro en manos de dos niños, Ansu Fati Riqui Puig, y un veterano, Rakitic, al que lleva intentando vender en los últimos tres años. Esa fue la respuesta del Barça, de Setién, ¡respuesta acertada!, para intentar salvar los muebles. Nada de lo demás funcionó, insisto, en otra noche humana de Messi. Los dos niños revolucionaron el partido (Ansu por poco marca a los 13 segundos de cabeza, estrelló un balón en el poste y le dio una asistencia de golazo a Leo), Riqui puso burbujas en el fútbol anodino de los culés y Rakitic revivió, 15 meses después, la alegría de meter un gol (decisivo).

La sensación de que Ansu Fati, con 17 añitos, es la esperanza, la ilusión, el futuro, suena a redención de Leo Messi, de La Masia. Ansu inyecta ilusión en los culés, como Vinicius, pese a toda la parafernalia de las también estrellas decadentes del Real Madrid, contagia a los merengues. El problema es que, hasta llegar a Ansu, el Barça se ha gastado 385 millones de euros en CoutinhoDembélé y Griezmann. Alguien debería de mirárselo, de verdad.  

La inteligencia de Piqué le da para lanzar aquel “va a ser muy difícil ganar esta Liga”, que, 24 horas después, se convierte, cierto, en un torpedo en la línea de flotación del arbitraje: ‘tres de tres’ de San Sebastián. Pero a lo que se refería Piqué es que el Barça tiene un problema de fútbol, ganas, determinación, mando, entrenador imaginativo (y valiente, y arriesgado) y, sobre todo, de edad. También de eso hablaba Piqué (mudo, como el fútbol de ahora), tras empatar a nada en el Sánchez Pizjuan.

Y el susto de Ter Stegen

Es cierto que la pandemia y el último año de mandato de Josep María Bartomeu ha dejado al Barça como a ese presidente norteamericano ‘pato cojo’, incapaz de darle el último achuchón a la entidad, mirando la caja fuerte vacía. Da la sensación de que si ‘Barto’ ha de pedirle a los jugadores 14 millones de euros más, difícilmente les pedirá nada más o hará algo que les enfade.

De Eric Abidal, mejor no hablar. Y a Setién, que se pasó el partido con las manos en su cabeza (temiendo lo peor, que puede llegar en cualquier momento), solo hay que recordarle que Ansu ya ha demostrado ser mejor que Griezmann y Riqui, más chispeante, trabajador y eficaz que Arthur. Ni siquiera tiene que atreverse, todo el mundo entendería que jugasen por las estrellas.

¡Ah! y hubo un minuto (el 88), unos segundos (55), en el que el infalible Ter Stegen salió a por uvas. Suerte que Raúl García no acertó a cabecear, sino ya estábamos escribiendo del próximo drama (que no es el VAR, no).