Opinión | Editorial

El Periódico
Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

...Y resistimos

Superado el estado de alarma, cabe hacer un repaso de lo vivido. Vienen meses de incertidumbre, las lecciones aprendidas han sido muchas

Ambiente en la Rambla de Barcelona, el sábado 20 de junio.

Ambiente en la Rambla de Barcelona, el sábado 20 de junio. / periodico

Punto final al estado de alarma. El covid-19 sigue entre nosotros, pero unas medidas absolutamente excepcionales han conseguido controlar la infección. 98 días marcados por el dolor, la enfermedad y la incertidumbre. Más de tres meses en los que la ciudadanía pasó del estupor a la resistencia y la solidaridad. Situaciones que parecían propias de la ciencia ficción fueron asumidas, y la inquietud se extendió detrás de las puertas de los hogares. También la económica. Sí, resistimos. Pero no todos. Los datos de la tragedia anotan más de 28.000 fallecidos. Al dolor de esas pérdidas se añadió la imposibilidad de acompañar a los enfermos en sus últimas horas. Un duelo que perdurará en el tiempo. 

Superado el estado de alarma, cabe mirar atrás y hacer un <strong>repaso de lo vivido, de todo lo que falló y de todo lo aprendido</strong>. También de los deberes que quedan por hacer. Hay una primera evidencia: España no estaba preparada para vivir la pandemia sufrida. Las redes de vigilancia epidemiológicas fallaron y aún falta capacidad. Resulta imprescindible establecer criterios comunes sobre la definición de casos y muertes por covid-19. Hasta que no haya una vacuna, el seguimiento de los casos detectados será clave para contener los contagios.

Día tras día, a las ocho de la tarde, los ciudadanos se asomaban a las ventanas y balcones para aplaudir al personal sanitario. La sanidad pública, tanto la española como la catalana, llevaba años al límite. Llegó la pandemia y se sacaron fuerzas de flaqueza. Los hospitales se adaptaron contrarreloj. Se llegaron a triplicar las ucis, se montaron instalaciones satélites y se habitaron vestíbulos o bibliotecas como improvisadas salas de atención a los enfermos.

Durante las primeras semanas, la dificultad para comprar material de protección en un mercado internacional enloquecido provocó que mucho personal sanitario se contagiara. Actualmente, la situación está bajo control. Los hospitales están preparados para posibles rebrotes, pero es necesario reforzar plantillas y, especialmente, redoblar esfuerzos en la atención primaria. También se está haciendo compra de material. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha anunciado una «reserva estratégica» de material sanitario como soporte del Estado a las autonomías. 

Pero si hay una zona cero en la pandemia está en las residencias de ancianos, una auténtica trampa mortal. Se acumulan las denuncias por posibles irregularidades en los días más críticos. Queda todo por hacer. Por un lado, la necesidad de una reconversión de las residencias para cubrir las necesidades sociosanitarias, pero también una reflexión sobre el modelo de cuidados. 

Si un colectivo sufrió de un modo especial el confinamiento fue el de los más pequeños. La desigualdad se hizo más patente, al desaparecer el efecto igualador de las escuelas. La vuelta al colegio aún es tema de debate. La brecha digital es una realidad, pero también el elevado número de alumnos por clase, lo que complica el cumplimiento de la distancia. 

La 'nueva normalidad' llega cargada de interrogantes. En algunos ámbitos, como el de las universidades, se ve con preocupación la adaptación al próximo curso. Son muchos los sectores que han sufrido la parálisis y que ahora diseñan el camino de la recuperación. El mundo precario de la cultura vivió la paradoja del cierre de todos los equipamientos y, a la vez, ser la tabla de salvación del confinamiento. El impacto en el sector turístico fue demoledor. Ahora, la llegada de turistas se afronta con la esperanza de la recuperación y la preocupación de los rebrotes.

Vienen meses de incertidumbre. Las lecciones aprendidas han sido muchas. De forma mayoritaria, el comportamiento ciudadano ha sido ejemplar. La clase política, por su parte, tiene ante sí la responsabilidad de sumar esfuerzos y hacer posible un gran acuerdo a favor de la reconstrucción.