El mundo poscovid

Una nueva etapa

Se han tomado decisiones de forma razonable en condiciones difíciles y se deberá continuar haciendo así, sobre todo si rebrota la enfermedad y no tenemos nuevas soluciones

Bañistas en la Playa de la Fosca, en Palamós, este sábado.

Bañistas en la Playa de la Fosca, en Palamós, este sábado. / periodico

Pere Puigdomènech

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De manera progresiva se levantan las medidas de restricción a la movilidad que se aprobaron para limitar la expansión del covid-19. La pregunta que nos hacemos es qué pasará ahora. Es muy probable que nadie pueda asegurarlo con certeza, pero tanto de forma individual como colectiva tendremos que tomar decisiones.

A pesar de que ha habido una avalancha de investigación sobre el covid-19 y el virus que la produce, la falta de información contrastada sigue en muchos casos, porque se necesita tiempo para hacer la investigación. Hay diferentes opiniones sobre si habrá un rebrote de la enfermedad, cuándo y de qué intensidad, y hay quien piensa que ya se ha acabado como se acabó el SARS. Pero hay otros que recuerdan que el virus todavía circula y que la epidemia está apenas comenzando en lugares de América, África y Asia. Allí está empezando el invierno y será muy difícil evitar la llegada del virus en los próximos meses.

Prepararse para lo peor

Sigue la investigación sobre el uso de fármacos conocidos para tratar la enfermedad. Desgraciadamente la hidroxicloroquina parece que no sirve, pero quizá sí la <strong>dexametasona</strong>. Tan importante es un resultado como el otro, aunque iría bien tener una panoplia lo más grande posible de tratamientos. A todos nos gustaría disponer de una vacuna que proteja a los individuos contra la infección. Hay un centenar de proyectos siguiendo diferentes estrategias. No sabemos aún si alguno de ellos funcionará, y puede que no haya ninguna. Gobiernos y empresas invierten tratando de acortar plazos, pero no hay ninguna certeza. Por lo tanto, lo lógico es detectar todo lo que se pueda, tomar precauciones y estar preparados para lo peor.

Con tiempo habrá que hacer una reflexión muy completa sobre las decisiones que han sido tomadas para detener el covid-19 en un marco de gran incertidumbre. Todo lo que sabemos nos dice que si no se hubieran tomado medidas como las que se han tomado, el número de infectados quizá hubiera crecido hasta llegar a un grado de inmunización que hubiera parado la infección. En esas condiciones, el número de muertes hubiera podido ser entre cinco y 10 veces superior al que se ha dado. Si la situación en los peores momentos fue dramática, lo que hubiera pasado con cinco veces más de enfermos hubiera sido una verdadera catástrofe. Se pueden haber hecho errores, pero las medidas debían ser, más o menos, las que han sido tomadas.

Se puede tratar de anticipar qué habrá cambiado en nuestra sociedad después de esta grave epidemia. Hay quien prevé grandes revoluciones y otros que dicen que, una vez pasado el choque, lo que quiere la gente es olvidarse de él y seguir como antes. Posiblemente las cosas irán a medio camino. Es posible que la pandemia haya acelerado tendencias que ya habían comenzado, como por ejemplo que se incrementen las actividades que se pueden hacer desde casaNos hemos acostumbrado a hacer reuniones por <strong>vídeo </strong>y es probable que se reduzcan las reuniones presenciales cuando implican viajes. Ciertos tipos de visitas o viajes de turismo es muy posible que se reduzcan disminuyendo el impacto sobre el medioambiente de los transportes. Había voces que alertaban sobre la vulnerabilidad de nuestra sociedad cuando dependemos de productos esenciales, incluyendo medicamentos y alimentos, que se fabrican a miles de kilómetros. Un cierto nivel de relocalización de industrias esenciales es posible que se produzca. Y ha quedado gravemente en evidencia la forma en que tratamos a la gente mayor que no se puede valer por sí misma.

La ciencia, en el centro

Además, la crisis ha demostrado que ciertas maneras de ser gobernados no funcionan. En nuestro país han aparecido debilidades que requieren repensar qué servicios sanitarios queremos y cómo queremos que estén financiados y gobernados. Ha quedado en evidencia que la ciencia debe ocupar un lugar central en nuestra sociedad. En ciertos momentos los políticos se llenaban la boca de ciencia, pero ya se están olvidando de ella una vez más. El reparto de responsabilidades de los gobiernos global, europeo, estatal, autonómico y local ha sido poco claro. Debemos buscar un buen equilibrio entre estos niveles y no parece que los políticos se estén poniendo a ello.

La pandemia es un acontecimiento catastrófico e impredecible. Se han tomado decisiones de forma razonable en condiciones difíciles y se deberá continuar haciendo así, sobre todo si rebrota la enfermedad y no tenemos nuevas soluciones. Debería ser también la oportunidad de repensar aspectos en nuestra movilidad, en cómo producimos alimentos, medicamentos u otros productos esenciales y cómo acabamos nuestros días en edad avanzada. Y también cómo tomamos decisiones colectivas, es decir, cómo nos gobernamos todos.

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