Análisis

El escritor que regaló una ciudad a sus lectores

Lo que vino a hacer lo hizo muy bien: entretener, emocionar, encandilar a millones de lectores. Convertir la ciudad que amaba en un lugar con el que sus lectores podían soñar

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Care Santos

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La primera vez que oí hablar de Carlos Ruiz Zafón fue a un comercial de nuestra primera editorial común: Edebé. Él había ganado en 1993 su recién creado premio de literatura juvenil con 'El príncipe de la niebla' y diez años más tarde llevaba vendidos medio millón de libros. Lo cual significa que antes de ser descubierto y dar el salto a la bien engranada maquinaria de un gigante editorial —que hoy es también el mío—, Ruiz Zafón había pasado diez años haciendo algo que tal vez ni él mismo valoró como es debido: atrapar a centenares de miles de lectores jóvenes, darles motivos para leer y amar la lectura. Los adolescentes son, sin duda, el público más difícil y exigente al que se puede enfrentar un escritor. Cualquier autor que consiga engancharles, más aún con sus cifras, puede sentirse absolutamente orgulloso de sus logros. Casi todo el mundo puede hacer libros, pero hacer lectores está solo al alcance de unos pocos.

Era solo el principio, como hoy sabemos. Con 'La sombra del viento', publicada en Planeta, el mundo entero enloqueció. No fue un fenómeno rápido, ni inmediato. Más bien fue un goteo constante. El poder de persuasión de la novela se transmitió por lo que en el mundo editorial se conoce como 'el boca-oreja'. Es decir: fueron los lectores quienes se la recomendaron sin cesar unos a otros. Cualquiera que la haya leído lo comprende: es un libro adictivo, cargado de misterios, escenarios y personajes inolvidables. Pero sus méritos van más allá. La trama transcurre en Barcelona, pero la ciudad de la novela no acaba de encajar en la real. El autor, afincado en Los Ángeles, reinventó su ciudad para crear otra, más oscura, más laberíntica, más decimonónica, infinitamente atractiva. Ruiz Zafón construyó, en definitiva, una Barcelona única y se la ofreció a sus millones de lectores. Todo un regalo.

Hay que decirlo: allá donde vaya un autor barcelonés, es comparado con Ruiz Zafón. Cualquiera que escriba sobre Barcelona se está midiendo con la ciudad que él creó. Es la suya la que muchos lectores buscarán en nuestros libros. Porque este hombre parió un imaginario, un mundo de ficción. Y jugó en otra liga, claro. Una liga a la que la mayoría de los novelistas que le conocimos no podemos aspirar. Es necesario agradecerle todo eso a Ruiz Zafón. Gracias a él, muchos lectores de muchos países del mundo empezaron a amar Barcelona. Muchos editores se interesaron por lo que aquí se escribe. La Barcelona irreal de Ruiz Zafón puso a la auténtica en el mapa de la literatura popular europea.

Un escritor nunca se va del todo. Ruiz Zafón no era pródigo en sus apariciones públicas. Tímido, inseguro o impermeable al mundillo literario, quién sabe. En internet hay pocas grabaciones donde aparece. Lo que vino a hacer lo hizo muy bien: entretener, emocionar, encandilar a millones de lectores. Convertir la ciudad que amaba en un lugar con el que sus lectores podían soñar. Y al fin, se fue sin estridencias, como vivía. Como se van los que han logrado lo que casi nadie logra.

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