MIRADOR
El patrón Merkel
Se verifica una de las reglas de hierro de la política contemporánea: la derecha extrema hace la antipolitica y la izquierda la paga
Antón Losada
Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Santiago de Compostela
Antón Losada
Cuando preguntan a los españoles cuál les parece el primer problema del país, la política y los políticos sale la opción más elegida. Eso recoge el barómetro del CIS de junio. Un éxito histórico del que nadie parece querer darse por enterado y sus protagonistas han renunciado a celebrar cómo se merecía. Antes de echar la culpa a quién más rabia dé y se sea de mar, de montaña o equidistante, no queda otra que rendirse a la evidencia: la antipolítica va ganando.
Si este señalamiento de la política se produce ahora, que andamos en plena desescalada y todo se vuelve terrazas, reencuentros, rebajas y llamadas al turismo patriótico mientras brilla el sol y hace calor; cuando empiecen a acortarse los días y tornen la lluvia, el frío, los ajustes y los despidos que anticipan los avisos de la crisis que viene, el siniestro para la política podría resultar total. Más les valdría a todos empezar a hacer control de daños. Si no me creen, pueden preguntar a los comerciantes que ven cómo, pasada la alegría del estreno, la gente no vuelve a entrar como antes; y ni siquiera han empezado los recortes.
Llegados a este punto, a lo mejor, el presidente Pedro Sánchez debiera preguntarse por qué no recoge los votos que parece perder Podemos. Tal vez Pablo Iglesias debería cuestionarse por qué estar en el Gobierno empeora su valoración cuando debería haberla mejorado. Puede que a Pablo Casado le convenga plantearse por qué una estrategia diseñada para reabsorber a Vox sólo ha conseguido consolidar a los ultras. Santiago Abascal no necesita cuestionarse nada; así le va de cine.
La noticia de la 'pole position' de la política como problema parece mala para todos, pero lo es más para unos que para otros. Cuando se baja al detalle de los datos, resulta que este señalamiento se produce con mayor frecuencia y convencimiento entre los votantes de izquierda. De nuevo, se verifica una de las reglas de hierro de la política contemporánea: la derecha extrema hace la antipolitica y la izquierda la paga.
En semejante tesitura no parece muy claro que, para revertir esta tendencia, la mejor estrategia pase por convertir en categoría y en el villano más buscado en los telediarios a un patético desgraciado, sus amigotes y su afición a disparar balas y odio. Entre la impunidad y la celebridad, existe una línea peligrosa de cruzar. Ya se aprecia claramente en el vídeo que la cabeza no les da para más. Lo que más debiera inquietarnos es que haya llegado a militar y haya podido portar armas legalmente.
Tal vez convenga más el patrón que ha usado Ángela Merkel para comerse a la ultraderecha en Alemania. Mantenerse firme en sus principios aún pagando un alto coste electoral, no dejarse arrastrar por la espiral del odio, aunque le conviniera a corto plazo, tratar a sus ciudadanos como sujetos inteligentes con quien razonar, no meras audiencias a quien movilizar, y responder a los discursos extremos con políticas solventes. Alguien podía animarse a probar. Seguro que no pierde nada.
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