MIRADOR

Conspiranoia y proceso judicial

Si se consigue defender sin mentir, el éxito es casi seguro y, por lo demás demoledor

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zentauroepp53633403 barcelona 3 06 2020 sociedad juicios r pidos en la ciudad d200603115951 / MANU MITRU

Jordi Nieva-Fenoll

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En algunos momentos de la historia, algunas élites, las autoridades o  algunos periodistas, o todos a la vez, han sentido la necesidad de crear una historia falsa para obtener un resultado político. Sucedió en Francia con el caso Dreyfus, en el que para encubrir la responsabilidad en el espionaje de un militar monárquico y antisemita, se decidió culpar falsamente a un militar judío de origen alsaciano. Un escándalo que dividió a los franceses y que acabó con el declive de ese sector monárquico muy conservador, obsesionado con la bandera, y con el alejamiento ideológico del ejército francés de esa postura tradicionalista. No era una maniobra inédita. Nerón atribuyó falsamente el incendio –probablemente fortuíto– de Roma a los cristianos. En el siglo XVI se imputaron falsariamente crímenes de fe a Fray Luis de León y hasta acabó en la cárcel, todo por rivalidades académicas. 

A lo largo de la historia se han sucedido pogromos contra judíos, siendo tristemente célebres los de finales del XIX por la falsa imputación de la muerte del zar Alejandro II, o la archiconocida Kristallnacht de 1938, justificada por los nazis con el impulsivo asesinato de un secretario de embajada alemán en París a manos de un judío de 17 años. Asimismo cabe recordar que Hitler justificó la invasión de Polonia con un falso ataque del ejército polaco. Sobran ejemplos actuales. También dieron que hablar los atentados del 11 de marzo de 2004 y el intento de manipulación de la autoría con finalidades claramente políticas.

El fondo de todas estas historias no es muy distinto a lo que ocurre en la película Casablanca, en la escena en que el Capitán Renault presencia el homicidio del Mayor Strasser por un disparo de Rick. Cuando escasos segundos después llegan sus agentes, el Capitán les dice: "han matado al Mayor Strasser; busquen a los sospechosos habituales". Todo consiste en contar una mentira tan sumamente descarada que cueste creer que alguien sea capaz de inventar semejante patraña, mucho menos si se trata de alguien a quien se atribuye prestigio. Si además se adorna la mentira con el odio ideológico a algún colectivo, el embuste calará en un sector importante de la sociedad. El modus operandi es fácil. Basta ofrecer una versión que el público quiera creer. A partir de ahí, se convencerá de la misma y no habrá manera de que cambie de opinión, pase lo que pase. 

El esquema

A menor escala, a veces ocurre exactamente lo mismo, no ya tomando un proceso judicial como herramienta para extender una mentira política, sino dentro de un proceso corriente. 

Un abogado o un fiscal de mala fe –también los hay–, ante las debilidades de su posición en un caso difícil, crean un relato falso que se corresponda con lo que científicamente se denomina "esquema", es decir, un patrón o marco de ideas preconcebidas que nos ayuda a identificar algo nuevo comparándolo con lo que ya conocemos, que es ese esquema. Cuanto más difundido socialmente esté el esquema, más creíble resultará. 

El abogado o fiscal dispondrá las escasas pruebas que le favorezcan en ese escenario artificial que le resulte familiar a la mayoría, a fin de que el juez crea que el relato falso es cierto porque tiene sentido en su imaginario preconcebido. En el peor de los casos, puede suceder que el juez se dé cuenta de que todo es mentira, pero si el abogado o fiscal consiguen que el juez empatice con el fondo de lo que están defendiendo, existen posibilidades de que falle a su favor, aunque ni los hechos ni el derecho les den la razón. Así han eludido algunos criminales la prisión si el juez –o el jurado– han simpatizado con el delito. No es nada difícil encontrar ejemplos de ello.

Sin embargo, hay otra manera de hacer las cosas que obtiene siempre mejores resultados. Cualquier historia tiene puntos fuertes y puntos débiles. Se trata de buscarlos con mucha paciencia para aislarlos y conseguir realizar un alegato que defienda al cliente sin mentir. Es complicado porque lo más fácil es faltar a la verdad, como sabe cualquier niño hasta que crece y madura. Pero si se consigue defender sin mentir, el éxito es casi seguro y, por lo demás demoledor. Además, las mentiras no siempre obtienen el éxito buscado, sino que hasta son contraproducentes. Los reiterados embustes para acusar a Dreyfus y encubrir a uno de los suyos, acabaron con un sector monárquico muy poderoso en Francia. Hitler perdió la guerra, y no le sirvió de nada inundar la sociedad de odio racial. Antes de gritar "¡fake news!", hay que pensarlo varias veces. 

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