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Elvis está vivo y Bill Gates lo sabe

Simón aplaude la evolución de BCN y Madrid, pero ve arriesgado que pasen a fase 3

Simón aplaude la evolución de BCN y Madrid, pero ve arriesgado que pasen a fase 3 / periodico

Miqui Otero

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Lo que el mundo espera no es la última comparecencia de Fernando Simón, sino su primer disco. La humanidad, más que con sus estadísticas, se salvará con sus estribillos.

De hecho, como sucede con esas bandas de música arropadas por el 'marketing', es un icono incluso antes de estrenar su primera canción. Hay camisetas y memes y clubes de fans. Quizá para su primer proyecto musical enrole a Salvador Illa, a Oriol Mitjà y a Neil Ferguson, su equivalente inglés. Este, recordemos, ya demostró cierta actitud de rock star cuando, mientras daba una rueda de prensa pidiendo a sus compatriotas que no salieran a la calle, tenía en casa a su amante, que se había cruzado Londres para verlo.

A los artistas se les hace muy poco caso, salvo cuando opinan de lo que no tienen ni idea

Cobeat, ese podría ser el nombre, facturarían un pop pluscuamperfecto que salvaría a la industria de la música de todos sus males, con éxitos como 'Tu almendra' o 'Te quiero lejos'.

Como las listas musicales estarían ocupadas por ellos, sería de cajón reemplazar a las estrellas de la crisis sanitaria con astros de la música. Miguel Bosé, Kase O o Bunbury podrían repartirse los cargos en el ministerio. Yo, de hecho, siempre pensé que me encantaría que del parto de mi hija se encargara Nick Cave, porque es un gran poeta, y que si debiera someterme a una peligrosa cirugía, elegiría a Dave Davies, que es uno de mis guitarristas favoritos, pero es que además lleva media vida intentando avistar ovnis como ufólogo aficionado (no sé si me atrae más un argumento o el otro para convertirlo en mi cirujano).

Todos viviríamos más tranquilos con el autor de 'Papito' y de 'Amante bandido' controlando los carnés de vacunas y los desfases de la desescalada. Así, lograríamos la gran utopía de Calípolis, donde Platón prefería a reyes que pudieran filosofar o a filósofos que reinaran. En nuestro caso, a cantantes expertos en pandemias de origen zoonótico.

A veces, recapacito un poco y me pregunto por qué a menudo se le hace muy poco caso a los artistas hasta que les toca opinar sobre lo que no tienen ni idea, cuando es exactamente igual que si pusiéramos a jugar a fútbol o a llenar conciertos a nuestros científicos. Es imposible, además, dialogar con terraplanistas o antivacunas. Como en el chiste de las magdalenas, tú les contestarás algo y ellos te pedirán magdalenas y les ofrecerás otras cosas posibles y te volverán a reclamar magdalenas. Y, sin embargo, a veces ignorarlos no es suficiente. La revista 'Nature' avisaba de cómo un solo vídeo antivacunas tuvo en semanas ocho millones de visitas y cómo estos colectivos, aún minoritarios, pueden influir en la agenda de la resolución de problemas reales. En un bar, quizá es bueno ignorar a (o reírte con) un tipo que dice que la tierra es plana, a no ser que lo haga mientras  orina en tus zapatos y amenaza con incendiar el garito. Y eso es lo que pasa con algunas de estas afirmaciones.

Así que en realidad echo de menos esa época en la que las leyendas urbanas y conspiraciones del rock eran otras: Elvis estaba vivo en una gasolinera de Montana, McCartney había muerto hace medio siglo, Gene Simmons de los Kiss se había implantado una lengua de vaca, Bowie era extraterrestre y Ozzy Osbourne, de Black Sabath, se zampaba en el escenario cabezas de murciélago. ¡Un momento, todo encaja!

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