Tribuna

Ciudadanos: 15 años defendiendo la libertad

Mitin de Ciudadanos en Vistalegre, en Madrid, el 13 de diciembre del 2015

Mitin de Ciudadanos en Vistalegre, en Madrid, el 13 de diciembre del 2015 / periodico

Nacho Martín Blanco

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El pasado 7 de junio se cumplieron 15 años de la publicación del manifiesto que dio lugar al nacimiento de un nuevo partido en Catalunya: Ciudadanos. Un partido inspirado en la tradición ilustrada, la libertad de los ciudadanos, los valores laicos y los derechos sociales, y con un propósito fundacional claro: denunciar la ficción política instalada por el nacionalismo en Catalunya y oponerse a los intentos cada vez más indisimulados de romper cualquier vínculo entre los catalanes y el resto de los españoles.

En otras palabras, el nuevo partido se proponía la colosal tarea de desmantelar la hegemonía nacionalista jalonada por los 23 años de Jordi Pujol al frente de la Generalitat y que, lejos de discutirla, el tripartito del PSC con ERC e ICV-EUiA llevaba ya dos años apuntalando a ojos vistas. Corría el año 2005 y para entonces se habían consumado los ominosos augurios de Josep Tarradellas en su célebre carta de 1981 al director de 'La Vanguardia', en la que alertaba sobre “la política sectaria, discriminatoria y carente de todo sentido de responsabilidad por parte de la Generalitat” y definía el Gobierno de Pujol como “dictadura blanca”.

El 90º aniversario de Pujol

Volviendo a nuestros días, el 9 de junio Pujol celebraba su 90º cumpleaños y lo hacía con TV-3 enfrascada en una impúdica campaña de restitución y blanqueamiento de la figura de un evasor fiscal confeso como él. La “dictadura blanca” continuará mientras la Generalitat siga en manos de partidos nacionalistas, entre otras cosas debido –parafraseando de nuevo a Tarradellas- “a la política de intimidación engañosa que se hace desde la Generalitat” y “abusando de la buena fe de los que hay que reconocer que están tendenciosamente informados”.

Con todo, es evidente que esa hegemonía otrora incontestable del nacionalismo en el debate público catalán se ha ido debilitando a marchas forzadas desde la aparición de Ciudadanos. En este sentido, vale la pena recordar el discurso de Albert Rivera en la sesión de investidura de José Montilla como presidente de la Generalitat, en el año 2006, un alegato ilusionante y deliberadamente bilingüe en pro de la libertad y la igualdad como revulsivo contra el nacionalismo dominante en Catalunya. Rivera defendió la necesidad de abrir una etapa posnacionalista, a lo que Montilla respondió airado que haría todo lo posible para que Catalunya siguiera siendo “un solo pueblo” (sic), confirmando así hasta qué punto era necesario un partido como Ciudadanos en nuestra comunidad.

Así pues, Ciudadanos se convirtió pronto en la única oposición al nacionalismo: un partido nacido en Catalunya con un proyecto liberal de centro reformista para el conjunto de España, que sin renunciar a su catalanidad de origen reivindica sin complejos la unidad de España como nación de ciudadanos libres e iguales; defiende con naturalidad el bilingüismo y se opone a toda forma de nacionalismo identitario basado en el prejuicio de lo local y el narcisismo de la pequeña diferencia.

Ciudadanos nunca ha sido el rival que el nacionalismo necesita y ansía, porque siempre se ha resistido a actuar como su reflejo especular y ha renunciado a entrar en la patológica confrontación que el propio nacionalismo pretende imponer entre Catalunya y España, como si se tratara de dos realidades simétricas y oponibles entre sí. No en vano Ciudadanos reivindica desde su nacimiento la idea de ciudadanía en detrimento de abstracciones metafísicas excluyentes que solo favorecen la confusión y entorpecen el progreso de España como sociedad abierta. Precisamente por ello, porque no somos el rival que el nacionalismo apetece, Ciudadanos sigue siendo su principal adversario. De ahí que resulte tan previsible como estrafalario que la presidenta de Vox en la Comunidad de Madrid, Rocío Monasterio, trasueñe un acuerdo de Ciudadanos con ERC, tan inconcebible para nosotros como llamar a una manifestación masiva en medio de la peor crisis sanitaria de la historia reciente de nuestro país y compararla extáticos con la celebración por el Mundial de Fútbol. Cada palo que aguante su vela.

Entre tanto, TV-3 seguirá intentando adecentar la figura de Pujol, como si su dimensión política fuera menos abyecta que la moral, como si el Pujol político no hubiera sido, por decirlo en palabras del más insigne historiador catalán contemporáneo, Jaume Vicens Vives, “un intolerante” que alimentó sin tasa la confrontación con el resto de España y la división entre catalanes y sentó las bases para la intentona de sus sucesores. Y desde Ciudadanos seguiremos contribuyendo al restablecimiento de la realidad en Catalunya, iniciado hace 15 años por un grupo de intelectuales catalanes que representan la mejor tradición política de España, e intentando ser útiles al conjunto de los españoles.