La baja natalidad

Demopandemia

Leo datos que me inquietan y que no tienen que ver o no solo con la España vaciada

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Charo Izquierdo

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Iba a titular 'Pandemonio'. Pero no puedo. Porque no hay ruido en torno a la demografía. Más bien silencio. Y es posible que surjan voces a coro que nombren la España vaciada como epítome de la manifestación elocuente sobre la necesidad de llenar de hijos las zonas despobladas. Y podríamos decir que está bien. Vale. Solo que los niños no son árboles y no se puede hablar de ellos como si de repoblar se tratara, simplemente plantando una semilla, que no está mal como 'storytelling'. Y además no solo faltan en los lugares vacíos; también en los llenos del país. Ya fue un hito la creación del Comisionado del Gobierno para el Reto Demográfico. Y más aún que esté incluido en el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico. Pero leo datos que me inquietan y que no tienen que ver o no solo con la España vaciada y que, de momento, no los apaña un reto.

En las empresas hablamos de tendencias antes de tomar decisiones drásticas. Pues, bien, si la natalidad fuera una compañía estaría cerrada. ¿Es una tendencia patria? Negativo. Es universal y comienza a afectar incluso a los países que mejor comportamiento demostraban, como los nórdicos, y que en cambio tiene una gran excepción, la del continente africano, donde la población crece a un ritmo que prevé la duplicación en 2050, generando 2.500 millones de personas, con todas y cada una de sus consecuencias.

Pero vayamos al caso español. Cuento entre mis referentes a Alejandro Macarrón, director general de la Fundación Renacimiento Demográfico. Y le escucho horrorizada que en nuestro país <strong>ha vuelto a hundirse la natalidad</strong>. De hecho, en el 2019 se ha rebajado en un 3,5% el número de nacimientos totales (31% desde el 2008) y en un 5,3% el de madres oriundas, que solo tienen 1,17 hijos. Vaya, yo tengo dos, mi hija, ídem; mis hermanos y hermana, tres…, pero es lo de siempre, que la estadística va por barrios, en este caso por provincias, de manera que las asturianas son las que menos hijos tienen, que no llegan ni al único (0,92) y las que más, las murcianas…, ¿el calor, la lluvia…, culpables? Ni eso, ni la latitud sur, puesto que las segundas menos fecundas son las canarias (0,98).

Sabemos que la tasa sostenible se sitúa en el 2. Este es el número de hijos que facilitaría el repuesto poblacional, que evitaría el envejecimiento de la población. Con este número tendríamos un país más joven, con lo que la juventud significa, de fuerza, de vitalidad, de capacidad para la innovación. Con menos de un hijo este sueño se convierte en difícil de alcanzar. Hoy, en plena crisis del coronavirus, nos preguntamos qué efecto tendrá sobre la fecundidad. Se ha comparado su devastación con la de una guerra. Pues no entren en pánico, que la contienda es anterior al covid: de hecho, en 1939, en una España con 20 millones menos de habitantes y más que dañada, nacieron 422.000 niños. ¿He dicho ya cuántos nacieron en el 2019?: 360.000. Sin comentarios. Sí, uno más, también histórico. En la mal llamada gripe española, en 1919, cayeron menos los nacimientos (un 4,4%) que en el 2019 los de madres españolas (5,3%). Vaya, que lo mires por donde lo mires no hay por dónde cogernos.

Políticas e investigación

Mejor mirarlo, y desde todos los ángulos. Y aquí no hay partidos que valgan. Políticas, sí. Investigación, también. Seria. Alguien tiene que poner el cascabel al gato. Si no, incluso el consumo cambiará en un futuro, habrá productos sin sentido, colegios cerrados, editoriales nicho, marcas en peligro de extinción, por echar un poco de humor a un tema que no tiene ni pizca de gracia y que como Macarrón dice requiere, además, dosis ingentes de empatía social. Porque tampoco se puede imponer hijos, edad de parir, menos aún condiciones. Y, sin embargo, hay que ver los obstáculos, los económicos, los precios de las casas, la falta de guarderías, la ligereza al hablar de conciliación y las mínimas medidas para conseguirla. Sí, el teletrabajo puede que ayude…, pero hay padres que se preguntan si tener al niño o la niña en el ligero equilibrio de unos brazos que intentan teclear el ordenador.

Casi todos los caminos nos conducen no a Roma sino a la educación. Quienes me conocen, saben que permanentemente me retrotraigo a ella como raíz de muchos problemas, pero también de las soluciones. Tal vez bastaría una simple campaña que parta de los colegios, de los libros infantiles, de los textos que se manejan en la primaria (después, casi siempre es tarde) sobre la bondad de tener hijos. Menos protocolo y más patatas, vaya. Menos 'parole' y más valores. 'Valore', 'valore', 'valore'…

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