El escenario poscovid
No estamos hablando de crisis global, sino solo del turismo
La pandemia va a cambiar la forma de viajar y los lugares preferidos de los turistas
Josep-Francesc Valls
Catedrático de la URL
Josep-Francesc Valls
A medida que avanzan los análisis sobre las consecuencias del covid, queda patente que la crisis afecta sobre todo al mundo de los viajes. Claro que ha habido que paralizar gran parte de la economía mundial para frenar el virus, y se requerirá mayor pericia y visión social para la recuperación global. Los efectos durarán meses, pero el 2020 quedará asociado definitivamente al cambio radical del modelo de viaje de los cerca de 1.500 millones de personas que pueden desplazarse anualmente por ocio o por negocio en el mundo. Sin lugar a dudas, cambiará la conducta de un sector que genera 8,8 billones de dólares anuales, el 10,4% del PIB mundial. No hay que esconder que la crisis supone la oportunidad para acelerar las tendencias que avanzaban excesivamente lentas desde hace tiempo: digitalización, teletrabajo, 'e-commerce', vehículo eléctrico, economía colaborativa, economía circular. Dicho lo cual, aunque algunos cambios van a ser holísticos, no nos enfrentamos a una crisis global como la del 2008 sino a una del turismo de dimensiones poco conocidas.
El viaje, el turismo, irrumpió de forma masiva en 1950-60 como expresión de la productividad. Las vacaciones de sol y playa o culturales se convirtieron en el elemento determinante del nuevo estilo de vida. A ellas se añadieron los viajes de negocios, los congresos, los incentivos.
Parte de Wyoming o de Birmingham una familia con dirección a cualquier punto de España y genera actividad económica en la intermediación del viaje, en el transporte, en el alojamiento, en la restauración y en la infinidad de servicios en destino, como el comercio, la artesanía, los taxis, los museos, los espectáculos, el alquiler de vehículos, el personal público de servicios de salud, de seguridad, etcétera. No se decide a venir a España la familia norteamericana o la británica y todo queda parado.
La pandemia va a cambiar la forma de viajar y los lugares preferidos. A corto plazo, muchos van a seguir con el modelo tradicional, como los alemanes que este lunes empezaron a llegar a Mallorca: buscan lo mismo que siempre y están contentos. Pero a medio y largo plazo, frente a lo masivo o a lo más renombrado, los viajeros no solo van a exigir espacios y establecimientos libres de bacterias, sino destinos y empresas que generen satisfacciones más particulares, más íntimas, más cercanas, menos intensivas medioambientalmente. Urbanistas, inmobiliarios, hoteleros, restauradores, sociólogos, comercializadores y demás van a tener que cambiar de enfoque.
Viajarán menos personas porque muchas seguirán con miedo a salir de casa durante un tiempo; y porque otras se han depauperado. Menos viajeros y más gastos de producción significa que la actividad será más cara. Inició barata. Se retorció todavía más a raíz de la implantación de las estrategias 'low cost' con el inicio del milenio. Ahora va a cambiar de sino.
En el momento del reparto de los fondos anticovid, habrá que tener en cuenta la importancia real del sector. Vemos muchos recursos para la automoción o el sector aéreo -que son indispensables-. Ahora bien, sin una visión integral de la cadena de valor del sector turístico puede ser que calcemos los pies, pero dejemos el cuerpo desnudo.
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