IDEAS
Vivos, que no pintados
Josep Maria Pou
Actor y director teatral
Josep Maria Pou
Los actores usamos, en nuestro 'argot', una expresión que no me gusta tener que oir ni decir nunca: “Están pintados”. Con ella nos referimos a determinada actitud del público durante la representación. Concretamente, a su falta de respuesta. Con “están pintados” damos a entender que no nos llega su latido, que los espectadores no conectan con nosotros (o nosotros con ellos), que la representación no fluye como debiera. Nadie rie hoy los chistes que no fallaron nunca, ni se consigue, en lo dramático, la emoción y la escucha de otras veces. Es como si no estuvieran. En la platea no hay carne, sangre, vísceras ni humores. No hay personas. Sólo su representación estática, un telón pintado, un engañabobos.
A veces la distancia es tan notoria, la frialdad tan bajo cero, que produce escalofríos. Para eso, los actores tenemos otra expresión mucho más tajante: “Hoy no han venido”. Están ahí, sí, sentados frente a nosotros, llenando las butacas. Les vemos. Pero no les conmovemos. Hablamos, pero las palabras rebotan y vuelven de nuevo al remitente: “domicilio desconocido”. O peor aún: “destinatario ausente”.
Siempre, en esos casos, entono un 'mea culpa'. Porque sostengo que los responsables somos los actores y que es nuestro instrumento el que desafina. Bloqueada, esa noche, nuestra capacidad de convencer (por lo que sea: mil problemas personales, difícil concentración, un catarro traicionero, flojera sobrevenida), no damos la talla. Y no es justo echarles la culpa a los demás. No. Lo que hay que hacer es arremangarse y bregar para llevarles “de lo pintado a lo vivo”. Emplearse a fondo en una maniobra de recuperación que devuelva el latido al patio de butacas y haga que la función avance viva, firme, con pulso. ¡Qué gozada cuando se consigue! Y les aseguro que se consigue casi siempre.
Ahora que vuelve el fútbol a los estadios veo algunas graderías con público de cartón. Espectadores pintados. Troquelados, como en dioramas antiguos. Los veo también, sentados, en los platós de alguna televisión. Y me vuelve el escalofrío. No los quisiera en el teatro. Esperemos lo que haga falta pero, por Dios, que vuelvan vivos. Vivitos y coleando.
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