La Contra

Corazas de vida y muerte

La Sardà: porque era honesta, era arisca

La Sardà: porque era honesta, era arisca / periodico

Josep Cuní

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El coronavirus no tiene la exclusiva de la muerte. Una evidencia que parecía olvidada porque la pandemia ha capitalizado el final de muchas vidas. Demasiadas. El 37% de todas las ocurridas en España solo los meses de marzo y abril cuando el contador no parecía tener límite ni la guadaña descanso. Y le faltan semanas a la estadística. Y precisión. Porque una cosa es morir “de” y otra “con” covid-19. Y aunque la preposición no revierta el adiós ni el dolor de los afligidos sí que le importa a la ciencia y a la salud pública. Tanto como a la precisión del lenguaje y, especialmente, para la sana expresión de los sentimientos. Así lo entienden las familias que no pudieron despedirse de las víctimas. No es lo mismo para superar el luto haber podido estar “con” ellas que vivir su ausencia “sin” haberles podido coger una mano, darles un beso, abrazar el cuerpo y tener la sensación de quedarse con su espíritu para siempre. Aunque hubiera sido solo por un instante. Aquel que, según el clásico, puede hacernos creer que “la muerte parecía bella en su bello rostro”.   

A pesar del nuevo temor, las causas principales de fallecidos siguen siendo las provocadas por el sistema circulatorio y el cáncer. Y este, implacable, en dos días se ha llevado a dos artistas, dos referentes, dos mundos y mucha creatividad.

“No se lucha contra el cáncer. El cáncer es invencible”, le dijo Rosa Mª Sardà a Jordi Évole no hace mucho en televisión. Y aunque la ciencia ponga reparos a su convicción a través de sus avances y balances, la actriz remachaba argumentando que “es una cuestión de que los que se ocupan de ti tengan más o menos tino al programar unas ciertas medicaciones”. Ningún especialista podría objetárselo.

“La amistad es la única que no me ha engañado, que no me ha traicionado, que me alimenta la vida y me da alegría” escribía en su libro 'Un incidente sin importancia'.  Una especie de autobiografía a su manera, a la manera Sardà, que era una característica, un estilo de hacer y decir pero, sobre todo, de estar. Y así se instaló en nuestras vidas ávidas de emociones mientras arrastraba aquella dura coraza que la aislaba de todo y que la convirtió en un ser duro  e inexpugnable para quien no supiera o no pudiera encontrar el resquicio por donde dejaba que le acariciaran el alma, la amistad, el amor fraterno, las únicas cosas que podían interesarle en el estadio en el que sin proponérselo, se encontraba. Así lo dejó dicho y así fue porque así quiso.    

“La vida es un regalo”, escribía Pau Donés en su libro '50 palos… y sigo soñando'. Un compendio de razones y estímulos, opiniones sin reproches y alicientes sin freno. Páginas en las que a pesar de señalar que desde el principio de su enfermedad pintaban bastos, calculaba las opciones que le quedaban para canalizar sus muchos alicientes. Tantos, que le sobraban contagiando a quien se le acercara. Pero la aritmética le falló. Y no por error propio, ni por pérdida de esperanza. Fue porque también en él los tumores se impusieron a sus deseos y el bicho pudo más que sus anhelos. A diferencia de la Sardà, se alejó de las corazas y se acercó a la transparencia. Y lo remató escribiendo a pesar de su dislexia y componiendo a pesar de su carencia. Y así, durante dos décadas cantó  tranquila y serenamente con mayor profundidad de la que aparentaba. Con la sencillez de quien sabe lo que busca y lo encuentra. Con la misma facilidad para comunicar que sus seguidores para corear.

Esta semana, Pau y Rosa Mª se han bajado del escenario y nos han recordado que, para acostumbrarnos a la muerte, no hay más que acercársele.         

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