NÓMADAS Y VIAJANTES

Una olla a presión racial

protestas en eeuu

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Ramón Lobo

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La pandemia ha dejado de ser una prioridad para Donald Trump. Quiere olvidarse de un virus que ha contagiado a más de dos millones y matado a cerca de 115.000 personas en EEUU. Está en asuntos que considera más importantes, como su reelección. Por eso exige levantar las restricciones. Necesita poner en marcha la economía, vender un éxito de gestión y celebrar mítines repletos de fans. Pero el Covid-19 no obedece. Hay un aumento de contagios en 21 estados.

La situación podría adelantar la segunda ola que los epidemiólogos prevén en otoño. Su problema más inmediato son las <strong>protestas contra el racism</strong>o y la brutalidad policial que han activado el movimiento Black Lives Matter (La vida de los negros importa). En pocas semanas ha cobrado tanta fuerza e influencia como el Me Too contra el machismo y los abusos sexuales contra las mujeres.

Un presidente sin empatía elige siempre el bando equivocado. Desde la muerte de George <strong>Floyd a manos de la policía de Minneapolis</strong>, ocurrida el 25 de mayo, Trump se ha metido en todos los charcos. Desde el desalojo por la fuerza de manifestantes pacíficos delante de la Casa Blanca -para poder hacerse una foto con una Biblia que no lee ni practica-, hasta su intento de movilizar el Ejército contra sus ciudadanos. El último es rechazar el cambio de los nombres de algunas bases militares que honran la memoria de generales confederados.

¿Ignorancia o desafío?

El clima social se mueve en otra dirección. Hasta la popular NASCAR (carreras de coches) ha prohibido las banderas del Sur secesionista en todos sus eventos. Se trata de un tsunami. Trump quiere celebrar su primer mitin, el del regreso a los escenarios, el 19 de junio en Tulsa, Oklahoma, donde hace casi cien años se produjo una de las mayores matanzas raciales de EEUU. ¿Ignorancia o desafío? Muchos de sus votantes son blancos rurales empobrecidos, adictos a Fox News y amantes de las teorías de la conspiración.

Según una encuesta del The Washington Post, un 40% de los votantes republicanos rechazará ponerse una vacuna contra el covid-19, aunque sea gratis. Se trata de supremacistas blancos que coquetean con la extrema derecha sin saber ni siquiera qué es la extrema derecha. Trump juega con sus emociones. Por eso les habla de comunistas y antifascistas, a los que promete incluir en la lista de grupos terroristas. Necesita un enemigo exterior permanente; su público, también.

Trump está convencido de que el incendio le favorece. Es la estrategia que le dio la victoria en 2016. Tras las grandes erupciones sociales, EEUU suele votar conservador. Prevalece el miedo sobre la razón. El líder está cada vez más nervioso. Acaba de exigir a la CNN que se retracte de una encuesta en la que sale mal parado. Varias figuras republicanas, entre ellas el expresidente George W. Bush y el ex secretario de Estado Colin Powell, han sugerido que votarán por Biden. Generales retirados de prestigio e influencia entre los actuales mandos, como Mattis, han afirmado que el presidente es un peligro para la democracia.

El periodista Dexter Filkins escribe esta semana en The New Yorker que Trump y el jefe la Junta de Jefes de Estado Mayor, general Mark Milley, tuvieron una conversación a gritos sobre el uso de tropas de combate dentro de EEUU.

Convención republicana

Escribí el 1 de mayo un texto titulado <em>Pensando en lo impensable</em> en el que sostenía la tesis de que Trump no dejará la Casa Blanca con facilidad. Denunciará un fraude electoral, pleiteará en un Tribunal Supremo dominado por jueces conservadores y movilizará a los suyos por Twitter. Es una pesadilla de la que empieza a hablarse abiertamente en los medios de comunicación de EEUU. Filkins va más lejos: la posibilidad de que pida a algún gobernador amigo que le envíe su Guardia Nacional. Solo una derrota inapelable evitaría una crisis que puede poner en riesgo el sistema democrático. Necesita ganar los estados clave. Por eso quiere mover la convención republicana de Carolina del Norte a Florida. Exige una reunión multitudinaria.

Ha sido pensarlo y el estado del sol y de los jubilados ha sufrido un brusco repunte de casos de covid. Se ha intensificado la campaña para neutralizar el voto por correo. No quiere que se envíen papeletas a los domicilios de los inscritos ni que se amplíen los periodos legales de votación. Busca desmovilizar. Los estados republicanos están suprimiendo centros de votación para dificultar el acceso de las minorías. Esta semana hemos visto colas kilométricas en Georgia. Votar en noviembre va a ser un acto de heroísmo; no hacerlo, será un suicidio colectivo.

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