RESORTES PARA NO REPETIR ERRORES

Nueva gobernanza para la salud pública

Parece necesaria la creación de una agencia independiente que aúne las capacidades científico-técnicas disponibles y las ponga al servicio de la ciudadanía

Concentración a favor de una sanidad pública y de calidad, ante el Hospital Josep Trueta de Girona

Concentración a favor de una sanidad pública y de calidad, ante el Hospital Josep Trueta de Girona / periodico

Ildefonso Hernández y Guillem López Casasnovas

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Aprendiendo de los errores tras el estallido del covid-19, toca ahora instrumentar resortes que los eviten en el futuro. Dos palabras surgen en la mayoría de las aproximaciones: saber agencializar determinadas decisiones y trabajar desde una nueva gobernanza. 'Agencializar' significa poner en manos de una institución formada por expertos independientes decisiones que es bueno sustraer del debate de política en minúsculas. Una regulación que le otorga autonomía, con expertos propuestos que superan una comisión de nombramientos y que buscan desde el consenso más amplio posible las medidas a tomar. Es su capital humano el que está en juego y ellos mismos son 'buffer' para los políticos de parte que cuestionen las decisiones conjuntas. Y esto desde una nueva gobernanza: decisiones institucionales basadas en la prudencia de los que más conocen y han pensado las medidas, con recomendaciones para los políticos de 'haz o explica por qué no haces'.  Es el pequeño 'nudge', empujón, actuación por defecto que acaba marcando su efectividad.

En la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica del Parlamento del Estado se recogen estos días recomendaciones para articular una sanidad y salud públicas que respondan a los retos presentes y futuros del covid-19 y sus incontables impactos. En medios científicos y profesionales hay coincidencia sobre la necesidad de una Agencia de Salud Pública independiente que aúne las capacidades científico-técnicas disponibles y las ponga al servicio de la sociedad. El tema no es nuevo, pues ya se diseñó en el anteproyecto de la ley general de salud pública. La agencia quedó desdibujada en la ley y para colmo, desde el 2011 en que fue promulgada, no se ha cumplido ni tan solo lo dispuesto, siguiendo la acuñada tradición de un Estado que no cumple las leyes benéficas. Bienvenidas sean las coincidencias ahora de los expertos comparecientes, pero es tiempo de pasar de las palabras a los hechos. Sin duda es necesario articular toda la inteligencia sanitaria disponible en una agencia acreditada y que dé confianza a la población sobre las referencias científicas que deben informar las políticas de salud en tiempos convulsos derivados de la pérdida de salud y sus consecuencias socioeconómicas.

Conveniente para la sociedad y atractivo para los actores

El logro en términos de beneficio público de la agencia será posible si lo que es conveniente para la sociedad es individualmente atractivo para los actores concernidos. Esto viene a cuento porque algunas propuestas hablan de reforzar el Ministerio de Sanidad y agrupar centros dispersos en una institución dependiente del propio ministerio con participación de las comunidades autónomas. Pero una cosa es reforzar el ministerio en línea con los cambios estructurales que requiere la Administración pública para que pueda innovar y evaluar de modo transparente, o para que cumpla su función reguladora de bases adelantándose al desarrollo de campos emergentes, y otra cosa es dotarle de una institución dependiente mal encajada en una estructura del Estado que se quiera federal y un especio de decisiones públicas multinivel. Como bien ha aprendido la OMS, que los estados sean partícipes de la organización no significa que esta tenga capacidad de decidir y actuar sobre estos.

Las capacidades científicas y técnicas están ahora distribuidas en universidades, centros de investigación y otras instituciones con diversas fórmulas de dependencia administrativa. Se trata de configurar un organismo en red que sea capaz de aportar las directrices técnicas y científicas con celeridad, que tenga flexibilidad para incorporar la mejor inteligencia colectiva disponible. No se necesita mucha estructura física y aún menos que esté residenciado en una gran ciudad, siendo sus recursos científicos más contingentes que permanentes. La agencia debería saber qué hay que hacer y quién lo tiene que hacer y tanto las personas expertas como las instituciones contribuidoras serían colaboradores acreditados.

La clave está en articular una forma de gobierno que permita la participación de varias administraciones en la elección de sus órganos de dirección y una rendición de cuentas periódica a la cámara territorial.  ¿Lo sabremos hacer esta vez?

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