Las fronteras del virus
Rafael Vilasanjuan
Periodista
Rafael Vilasanjuan
Los inmigrantes molestan también en medio de la epidemia, y eso que nadie puede achacar esta plaga a los que vienen de cruzar una frontera para empezar con dignidad una vida al otro lado. De haber sido así, las voces del apocalipsis hubieran alcanzado el paraíso, pero no por eso van a dejar de utilizarlos. Aunque no la hayan traído, cuando el desconcierto social crece como consecuencia de la crisis, el miedo es tan fácil de contagiar como el propio virus. Solo es cuestión de definir al enemigo para que apunten contra él y la inmigración siempre emerge como una amenaza fácil que nos devuelve al dilema de la caverna que consiste en considerar al de fuera como un enemigo que debe ser eliminado.
No es el único, pero el caso de EEUU es el mas visible. Con el virus desbocado, el caos y el desgobierno, en un año electoral, Donald Trump necesita seguir cohesionando a sus defensores aprovechando el desconcierto para acelerar la expulsión de los que vienen de <strong>México</strong>. No importa que el país que definió las bases de la democracia moderna hasta convertirse en la primera potencial mundial derive al capricho autoritario de un presidente errático. Con la ayuda del ruido que genera la epidemia, con el peso en los hombros de ser el presidente que probablemente peor está gestionando la seguridad de sus ciudadanos, o precisamente por todo eso, todavía hay espacio para aprovechar los restos del virus y estigmatizar aún más a la inmigración, justificando su expulsión en caliente, por la fuerza y sin reconocer ningún derecho.
Aprovechando la pandemia, entre sus primeras medidas, la Casa Blanca aprobó un decreto para expulsar inmediatamente a los que la policía detenía cruzando la frontera con la excusa de que así se evitaba la propagación del covid-19. La frontera con México y Centroamérica se convierte de nuevo en uno de los puntos más calientes e inhumanos del mapa global, un lugar sin ley con las mafias del tráfico humano aumentando beneficios y con imágenes que a buen seguro acabarán ocupando las portadas que el presidente Trump necesita para convencer a sus apóstoles de que "su América" está primero.
Corte drástico a la inmigración
Como en EEUU, en otros muchos países la epidemia ha conseguido lo que los políticos populistas llevan años intentando: cortar la inmigración de golpe y cerrar las fronteras. Con el confinamiento y las economías congeladas no hay oferta para que vengan. Sorprende que aún así, por si acaso, una buena parte de los países que han decretado el estado de alarma incluyan entre las medidas la suspensión de cualquier derecho de asilo, lo que en la practica se traduce en devolverles, como en EEUU, antes de revisar ni siquiera si tienen algún derecho a quedarse.
Estaba claro que, aún sin relación con el contagio, el debate sobre la inmigración no tardaría en regresar, entre otras cosas porque es el más efectivo para seguir impulsando el voto del miedo hacia opciones ultranacionalistas, construyendo una frontera de odio y xenofobia en su regreso a la caverna.
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