ANÁLISIS

Elogio y nostalgia de la industria

Planta de Nissan en la Zona Franca de Barcelona

Planta de Nissan en la Zona Franca de Barcelona / periodico

Guillem Lopez Casasnovas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En mi pueblo, un industrial es un empresario o un operario profesionalmente cualificado, y el adjetivo 'industrioso' se utiliza para valorar una persona que es laboriosa. En definitiva, un buen operario. La palabra industria tiene consonancias de actividad recurrente, que viene de una inversión que se amortiza, reposa y moderniza. Servicios de contrapunto a las transacciones que son disparos de un solo tiro, que deslumbran pero se apagan enseguida y que no dejan casi rastro en el empleo ni, sobre todo, muestra de profesión.

La actividad industrial supone siempre un valor añadido: no resulta de una especulación sino de un registro de actos con compromiso de lealtad entre las partes, desde proveedores a trabajadores. El abuso moral, el aprovechamiento de circunstancias, el oportunismo, están limitados por la reputación de la continuidad del negocio. Recoges lo que siembras. La industria es un sector repleto de ramas de actividad. En el sentido comentado, es industria también buena parte de la hostelería, que más allá de salvar la estacionalidad, sabe que tras una temporada viene otra, y por eso se esfuerza para conocer al cliente, y con el detalle con que el que lo atiende le hace el servicio a medida. Es industria también la actividad agrícola y ganadera en la parte en que tiene que elabora productos y les da valor a partir de una contribución propia distintiva del resto de productores.

"No me gusta el mantra de reinventar la industria. Hay que mantenerla y hacerla evolucionar"

No me gusta el mantra de reinventar la industria. Lo que importa es saber mantenerla, hacerla evolucionar. La industria no se inventa; se desarrolla desde el 'know how' de la población que ocupa. Por ello, la variable de política pública más relevante es la formación que damos en nuestra población, tanto para ajustar la oferta (capacitar sobre lo que sabremos hacer) como para influir en la demanda (qué queremos consumir como ciudadanos responsables). Y la reinversión es una forma de innovación empresarial, no dormirse en la cuota de un mercado protegido o quedarse a la sombra del subsidio público.

La coyuntura nos marca hoy una pérdida de peso industrial evidente y emergen clamores nostálgicos. Se marcha de Catalunya parte de la industria del automóvil y existen más dudas que nunca tras la crisis del coronavirus sobre si buena parte de la actividad turística que hoy tenemos merece el nombre de industria y vale lo que costará rehacerla desde los subsidios públicos. En esta encrucijada no tiene sentido –ni podemos, ni queremos– luchar contra los elementos: nada que hacer cuando Nissan hace números (¿sabe mejor, tal vez, la Generalitat lo que le conviene a la empresa?). Y más cuando su socio Renault presiona por las localizaciones acondicionado por las aportaciones millonarias del Gobierno francés, observadas de perfil por la Comisión Europea para no ver unas ayudas de estado falseadoras de la competencia. Tampoco nos vale a estas alturas rasgarse las vestiduras por el desastre de parte del turismo que tenemos. La cuestión es qué han hecho los gobiernos de turno y el propio sector para evolucionar industriosamente en la única dirección posible de un turismo sostenible o de una movilidad alejada definitivamente del motor de combustión. ¿O están los planes de industrialización de nuestra economía para dar curso mínimamente a la que tenga que ser la industria del futuro?.

Suscríbete para seguir leyendo