La oportunidad de replantear espacios

La Rambla, kilómetro 0 de la normalidad

Toca rehumanizar la urbe, dejar de considerarla un mero Monopoly donde solo juegan y ganan otros

La Rambla de Barcelona, completamente vacía, el 23 de abril, día de Sant Jordi

La Rambla de Barcelona, completamente vacía, el 23 de abril, día de Sant Jordi / periodico

Juli Capella

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El geógrafo David Harvey explica que “en la actualidad ya no construimos ciudades para que la gente viva, sino para que se invierta en ellas”. Son oportunidades de negocio, marcas, nichos de inversión. Ahora, tras la pandemia, de repente la ciudad se ha quedado descolocada. Paralizada. Se abre una ventana –como dicen los cursis– de transformación. La ventana volverá a cerrase en cuanto nos metan de nuevo en la 'nueva normalidad', que será la vieja subnormalidad, la de antes y de siempre. Es el momento de realizar operaciones enérgicas, rápidas, para regenerar espacios en los barrios que durante décadas se han ido quedando descolgados. Toca rehumanizar la urbe, dejar de considerarla un mero Monopoly donde solo juegan y ganan otros.

Por ejemplo, tenemos la oportunidad de recuperar la Rambla en Ciutat Vella. Hay un plan especial aprobado hace ahora cuatro años en el Ayuntamiento, que por tactismo de los partidos políticos no se ha querido sacar adelante, incluso habiendo el proyecto ganador de un concurso, Km-Zero, con una primera fase lista y presupuestada, durmiendo en un triste cajón.

Quienes han paseado durante el confinamiento por la Rambla han visto cómo degeneraba a pasos agigantados. Sin vida de vecinos, porque apenas los hay, y sin vida de visitantes porque no podían venir. Y cuando acabe la situación de alarma, si se reduce el río anual de 100 millones de visitantes que recibe, sus locales comerciales dedicados al suvenir pastiche lo van a tener crudo. Y los que sirven tapas falsas y cañas a seis euros no tendrán sentido, ya no engañarán a nadie local. Quedará en evidencia, de forma flagrante, que el monocultivo reciente era un callejón sin salida. El nuevo proyecto para la Rambla que no solo consiste en reurbanizar, sino que implica importantes acciones sociales, puede por fin ejemplificar cómo salvar una vía tan emblemática y entrañable. Dándole vida, es decir, vecinos, y haciéndola apetecible y visitable por el resto de ciudadanos. Tenemos la oportunidad de ensayar una innovadora forma de recoser la ciudad, empezando justo por su ombligo: la Rambla, la calle más bonita del mundo. Donde ya no te tropieces con horribles kioscos de animales reconvertidos en tiendas absurdas. Donde los comercios vuelvan a ser los necesarios, y los equipamientos culturales se llenen por fin. Es posible que pueda apetecer de nuevo acercarse a La Boqueria a comprar, no solo para hacer fotos y pillar un zumo con pajita.

Cada barrio de Barcelona tiene sus costuras pendientes: la transformación de Vallcarca, la redefinición de la Mina en el contexto del río Besòs, las Casernes de Sant Andreu, el eje del Rec Comtal, la Marina del Prat Vermell, La Ponderosa, el hospital de Sant Llàtzer y un largo etcétera de urgentes km 0 que vitalicen la urbe poscovid. Hemos visto con claridad que la ciudad necesita mejorar, tanto en el estándar interior de sus viviendas como en el espacio público. Es momento de ensayar curas, antes de que nos chapen la ventana y vuelva la anormalidad.

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