Dos miradas

La gente de teatro

Quim Lecina todavía poseía la energía poderosa de los fundadores del Lliure. Cuando enseñaba, cuando actuaba, cuando imaginaba proyectos, cuando caminaba, cuando se expandía

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Josep Maria Fonalleras

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En la muerte de Quim Lecina, Jacinto Antón habla del actor con Marcos Ordóñez: "¿Por qué cuando se muere la gente de teatro parece que se mueren más?". Lo leo en las redes. El crítico y escritor responde: "Quizás porque han sido más". No es que hayan vivido más o que se merezcan más recuerdos o más homenajes, sino que han procurado que nosotros viviéramos más, por eso parece que, al morir, su pérdida sea más intensa, más extensa, más dilatada.

No era amigo de Quim. Me lo encontraba de vez en cuando por la calle (vivía en Rupià) o en una platea, y hablábamos un poco de todo. Conservaba aquella energía poderosa de los inicios, cuando fundó el Teatre Lliure con un grupo –Homar, Pascual, Puigserver, Lizaran, Alcañiz, Soldevila ... – que nos enseñó que el teatro solo se puede hacer con una pasión sin límites. Quim Lecina todavía la poseía. Cuando enseñaba, cuando actuaba, cuando imaginaba proyectos, cuando caminaba, cuando se expandía. Era aquel Strindberg de 'La nit de les tríbades', de finales de los 70, inolvidable. Era arrebato y exceso, era torrencial. Quizás sea cierto que mueren más, porque la gente de teatro han moldeado nuestra mirada, la sentimental y la política.

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