PROTECCIÓN DE LA INTIMIDAD

Hacia un confinamiento digital sin fecha de caducidad

La institucionalización de prácticas de vigilancia para rastrear positivos y contactos suscita cuestiones técnicas, éticas y legales sobre las que hay que debatir con urgencia

Un miembro del equipo de desarrollo de 'software' SAP trabaja en la aplicación de rastreo de positivos de covid-19 oficial del Gobierno alemán, en Walldorf, el 29 de mayo

Un miembro del equipo de desarrollo de 'software' SAP trabaja en la aplicación de rastreo de positivos de covid-19 oficial del Gobierno alemán, en Walldorf, el 29 de mayo / periodico

Itziar de Lecuona

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Las medidas digitales propuestas para la salida del confinamiento han intensificado el debate sobre la protección de la intimidad en tiempos de pandemia, situación que conlleva determinadas restricciones de derechos, pero que en ningún caso puede anularlos. El soporte que implica la tecnología digital para transitar hacia una "nueva normalidad" y hasta que llegue la vacuna nos puede conducir a un confinamiento digital encubierto sin fecha de caducidad, mediante la institucionalización de prácticas de vigilancia digital de las personas que suscitan cuestiones técnicas, éticas y legales, y con enorme impacto social sobre las que debemos debatir con urgencia. Las decisiones que se tomen en el marco de la salud pública deben ser proporcionales a los fines que se persiguen, respetuosas con los derechos, temporales y reversibles.

El pasaporte inmunológico planteado como la medida que nos permitiría recuperar nuestra vida en sociedad fue descartado, por falta de evidencia científica y porque es incompatible con la protección de los derechos y libertades fundamentales en nuestro contexto. Resulta desproporcionado y estigmatizante y, a efectos prácticos, animaría a las personas a contagiarse para obtener el semáforo verde. Nuestra vida en sociedad no depende de etiquetas covid-19.

La utilización de 'apps' de identificación de positivos y contactos para controlar un posible rebrote del covid-19 obliga a reflexionar sobre la dependencia europea de las tecnológicas estadounidenses y nuestro entusiasmo por soluciones digitales falsamente liberadoras. No deberíamos aceptar que los sistemas operativos de los teléfonos inteligentes incluyeran por defecto este tipo de prestaciones de rastreo, que conllevan un gran hermano digital a las puertas potenciado por el coronavirus. La tecnología Bluetooth elegida para el rastreo no fue concebida para gestionar una pandemia ni para garantizar la intimidad, puede dar lugar a falsos positivos y plantea problemas de seguridad.

Es necesario tener acceso a datos fiables, que sean accesibles, reutilizables y sobre todo interoperables, y en condiciones de seguridad. Además, es preciso correlacionar conjuntos de datos personales de salud almacenados de bases de datos altamente protegidas, por razón de los tipos de datos tratados, para extraer conclusiones válidas. La implementación de una 'app' no puede sustituir los mecanismos tradicionales de identificación de positivos y de contactos, el fortalecimiento de la atención primaria, ni la evidencia científica en la que basar las decisiones. Pero, en ningún caso, puede concebirse como un modelo de negocio aislado de la salud pública y no es la medida para garantizar el turismo este verano.

Imposible garantizar la inmunidad

Fernando Simón, en una de sus habituales comparecencias, se quedaba pasmado, y con razón, ante la pregunta de un periodista sobre la posibilidad de incluir en el currículum vitae información sobre la inmunidad de las personas.  Inmunidad que hoy no puede garantizarse. Noticias en algunos medios, sección negocios, plantean una suerte de DNI sanitario con tecnología 'blockchain' para volver al trabajo, dando por hecho que el covid-19 habilita para tomar cualquier medida digital, aunque sea contraria a los derechos y libertades más fundamentales también en el ámbito laboral. Parece que grandes consultoras y 'start-ups' apuestan por este tipo de certificados para trabajadores, a los que podrían acceder empresarios y centros de salud y hospitalarios mediante una aplicación, que estaría en fase de validación por parte de las autoridades. Un modelo de negocio que podría ser de interés hasta para fondos de inversión -ahora que dejan de invertir en residencias de ancianos- y que anularía cualquier libertad, trayendo consigo una vigilancia intensiva con medidas tan inmediatas como rentables, enmarcadas incluso en la prevención de riesgos laborales.

Diversos tests utilizados por empresas no son fiables, y la gestión de los datos personales no es baladí, porque puede dar lugar a usos no deseados de los datos personales, a discriminaciones encubiertas, que pueden estar basadas en información no veraz. Las pruebas PCR y la toma de temperatura requieren criterios claros de las autoridades competentes, porque situaciones que se iniciaron de forma excepcional se han convertido en habituales y no siempre estarían justificadas. En definitiva, no podemos caer en el error de entender la salida de confinamiento como una dicotomía entre libertad o intimidad.

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