Peccata minuta

Crema catalana

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Joan Ollé

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Me dolían los ojos; los lavé con agua clara pero la cosa no fue a mejor. Todo empezó al leer la lista de grupos políticos que se negaron a la última prórroga del estado de alarma propuesta por Sánchez -tal vez porque los extremeños se tocan o Dios los crea y el virus les contagia: JuntsxCat, ERC, CUP, PP y Vox. En caso de ser votante o simpatizar con alguna de estas formaciones, reflexionaría muy seriamente sobre las relaciones contra natura, malas compañías y amistades peligrosas.

Anteayer, por razones que no vienen al caso, busqué en Internet acerca del castillo de Peralada, Baix Empordà, Girona. El castillo, rodeado de un jardín infinito, fue adquirido en 1923 por Damián Mateu, padre de Miguel Mateu Pla, también conocido como 'El Mateu dels Ferros', primer alcalde franquista de Barcelona, presidente de la Caja de Pensiones, de Fomento del Trabajo Nacional, consejero nacional de la Falange Española y procurador en Cortes hasta su muerte en 1972.

Siempre que Franco quiso conversar con Josep Pla o Salvador Dalí, lo hizo en la residencia de su buen amigo Mateu, donde incluso pernoctó antes y después de su viaje a Bordighera, Liguria, Italia, para entrevistarse con Mussolini.

La propiedad pasó a manos de su hija Carmen, casada con el empresario Artur Suqué, fundador de Inverama-Casinos de Catalunya, quien en 1979 abrió su primera sala de juegos en Peralada y diez años más tarde protagonizó el 'caso casinos', en el que Suqué, convencido pujolista, fue acusado de desviar 1.000 millones de pesetas hacia Convergència, de los que Francesc Gordo, fundador del partido y responsable de sus finanzas, admitió haber recibido 200. La causa fue archivada en 1997, tres años antes de que la Generalitat concediera a la señora Mateu la Creu de Sant Jordi por los valores "artísticos y sociales" de su Festival de Peralada, un remedo de Liceu al aire libre donde la alta sociedad barcelonesa -ellos con americana blanca y ellas con sus joyas de verano- pueden seguir tratando de sus comunes negocios en el entretiempo veraniego.

Los ojos aún me escuecen, pero ahora lo veo todo un poquito más claro.

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