ANÁLISIS
Twitter, Trump y las varas de medir
Alfonso Armada
Periodista.
Alfonso Armada
Cuando la primera potencia mundial estaba a punto de alcanzar los 100.000 muertos a causa del coronavirus (en Vietnam murieron 58.000 estadounidenses), el New York Times dedicó íntegra su portada del domingo a 1.000 de esas víctimas, con sus nombres en negrita, su edad y lugar de nacimiento, un inicio de biografía. Era su forma de homenajear a los muertos. El mismo día, en otro periódico neoyorquino, su primera plana mostraba al presidente jugando al golf. Era la primera vez que Trump practicaba su deporte favorito desde marzo. Ese día lo compaginó con otro de sus irrefrenables vicios: retuiteó ocho publicaciones de uno de sus partidarios conocido por su racismo y sexismo. Fue su forma de celebrar el Memorial Day, la jornada que el país dedica a todos los que han hecho el máximo sacrificio por su patria. En un montaje a la altura del desdén del presidente por el dolor de los demás, la imagen de Trump golpeando la pelota se superponía a la gran lápida de nombres de la primera página del Times: todo un compendio de ética y estética para una era desabrida.
Trump ha convertido a Twitter en el púlpito de sus latigazos verbales. Su nombre en la red social es @realDonaldTrump. A 27 de mayo tiene 80.342.080 seguidores, mientras que el mandatario sigue 42 cuentas, entre ellas las de sus hijos Ivanka y Donald Junior. La herramienta le ha permitido difundir visiones simples como puñetazos, zaherir (llamó "zorra" a su rival en la carrera por la Casa Blanca, Hillary Clinton), y divulgar a mansalva infundios, fake news puras y duras.
Mares más broncos
En su tratamiento del coronavirus el presidente ha dejado atrás algunos de sus hitos, minusvalorando la pandemia o proponiendo tratamientos tan letales como inyectarse desinfectante. Pero en los últimos cinco días ha llevado su filibusterismo en Twitter a mares más broncos. Si alguien lanza una acusación de asesinato, y el aludido se queja, lo más probable es que el mensaje sea borrado. Salvo que el voceador sea el presidente de Estados Unidos. Antiguo aliado político, el presentador de la cadena de televisión Joe Scarborough fue acusado por la ametralladora verbal de Trump del asesinato, hace 19 años, de una colaboradora, Lori Klausutis. "¿Cuándo van a abrir en Florida el caso de Joe Scarborough El Psicópata? ¿Cometió un asesinato y se salió con la suya? Mucha gente lo piensa". Eso fue lo que tuiteó Trump el jueves.
A pesar de que el propio viudo de Klausutis pidió a Twitter que esas palabras fueran borradas, y que los forenses determinaron que la mujer había muerto de un infarto y que se golpeó la cabeza contra una mesa, ni Trump se ha retractado ni Twitter se ha enmendado. El martes, sin embargo, la red social tuvo un arrebato de mala conciencia: ante tuits presidenciales que sentenciaban que la votación por correo conduciría (en las presidenciales de noviembre, donde se juega la reelección) a un fraude generalizado, Twitter le puso enlaces a esas manifiestas mentiras para que los usuarios pudieran conocer la verdad. La doble vara de medir del pajarito azul.
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