La polémica sobre la reforma laboral

Tras la tempestad

El diálogo social debe reanudarse para poner rumbo a la reactivación económica

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / periodico

Anna Cristeto

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Una tormenta de 72 horas. Una tormenta en un vaso de agua. Las aguas volverán a su cauce y nos sentaremos de nuevo. Son valoraciones que empresarios y dirigentes sindicales deslizan en privado tras el <strong>revuelo del pacto del Gobierno con Bildu</strong> para derogar íntegramente y de inmediato la reforma laboral. En cuestión de horas el PSOE trató de mitigar la resaca matizando un anuncio que provocó una colisión de vicepresidencias. Iglesias abogaba por cumplir el acuerdo mientras Calviño lo situaba en el terreno de la absurdidad, dos visiones bajo un mismo estado de alarma.

Los agentes sociales rechazan que una cuestión tan espinosa sea moneda de cambio para conseguir eventuales apoyos políticos. El mercadeo de contrapartidas es práctica habitual en el juego político, pero con una crisis sanitaria de telón de fondo la escena genera perplejidad.  El diálogo social había alcanzado cierto equilibrio que no se puede perder por un puñado de votos.

Pero el diálogo saltó por los aires. Mientras entre los sindicatos hay más calma, el anuncio del Gobierno provocó un corte de digestión al empresariado, que un día después quedó mitigado en parte por las palabras de la vicepresidenta económica Nadia Calviño. No las pronunció en un foro cualquiera, sino ante los empresarios del Cercle d'Economia en una atípica sesión 'on line' que permitió lanzar en el mejor escenario posible un mensaje sereno pero contundente: abrir ahora este debate es contraproducente y alimenta la inseguridad jurídica.

La diagnosis de la vicepresidenta fue como un bálsamo para el elenco empresarial conectado al encuentro, que clama por mayor confianza ante los pronósticos de caída de riqueza y empleo. En este contexto se enmarca el llamamiento del presidente del lobi, <strong>Javier Faus</strong>, a reclamar grandes consensos a los políticos y medidas más ágiles y flexibles hasta la total reapertura de la economía. En otras palabras, menos cortoplacismo y luces largas.

No es la primera vez ni será la última que la música de grandes pactos de Estado llega a oídos de los sucesivos gobiernos. Sin embargo, las administraciones, empresas, sindicatos y el tercer sector deberían alinearse para hallar una salida frente a la mayor recesión de la historia reciente, con una factura a nivel social y laboral ya evidente. Por el momento, la portavoz María Jesús Montero ha expresado la sensación de soledad de su Ejecutivo ante la falta de apoyos. El PP no está ni se le espera, por lo que es obligado tejer complicidades en el arco parlamentario que no deberían implicar compensaciones que agiten otros tableros de negociación.

El diálogo social es clave y debe seguir avanzando. El pacto para extender las condiciones de los ertes hasta el 30 de junio es insuficiente para acompasar la reapertura gradual de los negocios y de la economía. Pedro Sánchez no necesita apelar al patriotismo del líder de la CEOE, Antonio Garamendi, que elevó el tono ante el Ejecutivo para sacar pecho frente a voces de la patronal que le acusaban de plegarse a las pretensiones de Moncloa. Todos saben que deberán volver pronto a la mesa de negociación para trabajar en acuerdos que no disparen la factura de esta crisis y pongan rumbo fijo a la reactivación. 

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