Tribuna

Por la vida, la libertad y la felicidad

La crisis del coronavirus nos está reiterando que el modelo del capitalismo salvaje es insostenible

Manifestación contra el cambio climático, el pasado 27 de septiembre en Barcelona.

Manifestación contra el cambio climático, el pasado 27 de septiembre en Barcelona. / periodico

Roger Torrent

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"La mejor manera de predecir el futuro es crearlo", Peter Drucker

Son tiempos de mirarnos a los ojos y hablar claro. La pandemia del covid-19 dejará un rastro devastador. El trauma generado por el impacto emocional, económico y social es durísimo. La muerte prematura de miles de personas queridas, de las que ni siquiera nos hemos podido despedir, provoca un dolor terrible. Estamos colectivamente conmocionados y nos costará mucho reaccionar. Pero debemos hacerlo.

Los principales desafíos que teníamos sobre la mesa se han acelerado de manera abrupta. Lo que hace pocas semanas eran prioridades a trabajar a medio plazo, hoy son necesidades que no pueden esperar. La emergencia climática, el desequilibrio demográfico, la revolución tecnológica, la igualdad efectiva entre mujeres y hombres, la economía global o las desigualdades sociales se han convertido en estrictas cuestiones de supervivencia. Se acaba el tiempo para reaccionar.

La crisis del coronavirus nos está reiterando una advertencia que ya no podemos demorar más: el modelo socioeconómico sobre el que se sostiene el capitalismo salvaje es insostenible.

Esta vez, a diferencia
de lo que ocurrió en el 2008, las izquierdas hemos de tener una propuesta a punto

Necesitamos una alternativa transformadora que sitúe la vida en el centro. Que se construya sobre una nueva jerarquía de valores. No podemos resignarnos a vivir en un sistema depredador que devora los recursos naturales, agota los ecosistemas, genera desigualdades extremas y mercantiliza los derechos más elementales. No podemos aceptar una salida acrítica de la crisis que nos lleve a repetir los errores que nos han llevado hasta aquí. Esta vez, a diferencia de lo que nos ocurrió en el 2008, las izquierdas debemos tener una propuesta a punto.

Las fuerzas conservadoras querrán aprovechar la crisis para consolidar privilegios y ensanchar desigualdades. Necesitaremos inteligencia y capacidad de liderazgo para detener esta pulsión y poner sobre la mesa una agenda plausible, que sea creíble porque plantee un futuro sostenible con horizontes claros y realizables. Frente a los que intentarán que esta crisis la paguen los de siempre, debemos articular un proceso de emancipación, redistribución y redemocratización que defienda el bien común.

El bienestar colectivo y el respeto por el planeta deben estar en el nuevo orden de prioridades

Lejos del dogmatismo, hay muchas opciones alternativas al capitalismo neoliberal que merecen ser escuchadas. Todas tienen en común un nuevo orden de prioridades. Un nuevo sentido común relacionado con el bienestar de la comunidad, el compromiso cívico y el respeto por el planeta. Debemos obligarnos a tener en cuenta estos principios a la hora de tomar decisiones.

A los republicanos nos gusta hablar de la economía de la vida para definir este cambio de modelo. Nos parece una buena manera de explicar que aspiramos a vivir en un estado que sitúe la dignidad de las personas y la calidad de vida del conjunto de la ciudadanía como el valor más preciado a preservar. Un país que no deje a nadie atrás y proteja los intereses colectivos por encima de los individuales.

A nivel global, es urgente impulsar un 'Green New Deal' que vaya más allá de lo planteado hasta ahora por las principales economías del mundo. No resolveremos la emergencia climática sustituyendo (solo) motores de combustión por motores eléctricos. Reducir la huella ecológica exige producir y consumir de manera sostenible, dejando de explotar los ecosistemas más rápidamente de lo que pueden regenerarse, priorizando la proximidad y avanzando hacia la soberanía alimentaria. Porque sabemos que los seres humanos necesitamos el planeta para sobrevivir, pero el planeta no nos necesita a nosotros.

Y a nivel social, queremos vivir en un país que garantice pan, techo, trabajo, salud, educación, energía, internet, seguridad y movilidad a toda la ciudadanía. Ello requiere perder el miedo a proteger sectores estratégicos con su gestión desde la Administración pública o regular la competencia para eliminar monopolios y oligopolios; porque lo que realmente debería darnos miedo es que pueda echarse de casa a quien no puede pagar el alquiler, que se deje sin calefacción en invierno a miles de familias o no disponer de un ingreso mínimo para sobrevivir. Ha llegado el momento de abordar sin complejos el debate sobre una renta básica universal. Esta debería ser la nueva frontera del Estado del bienestar.

Thomas Jefferson plasmó en la 'Declaración de independencia de los Estados Unidos' tres objetivos que todavía hoy perseguimos: "Por la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad". No podremos hacerlo solos, pero, en Catalunya y desde Catalunya, necesitamos una propuesta para el nuevo mundo que debemos construir. Un proyecto al que podremos contribuir mucho más eficazmente si superamos el régimen del 78 y nos dotamos de las herramientas de un Estado para poder garantizar a todos una vida que valga la pena vivir.

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