Nómadas y viajantes

El gigante se despertó

China ha tejido una red político-comercial en Asia, África y América Latina y se ha convertido en la gran fábrica de la globalización

Banderas de EEUU y China.

Banderas de EEUU y China. / periodico

Ramón Lobo

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El Partido Comunista Chino ha transformado su sesión anual del Parlamento en una exhibición propagandística de su victoria sobre el coronavirus. Superado el momento de Chernóbil que durante diez días de enero atenazó a su dirigencia, que dudó si debía hacer público el brote detectado en Wuhan, el presidente Xi Jinping ha impuesto un modelo de gestión basado en el control total y en un estricto confinamiento, copiado después por numerosos países. Tres mil delegados divididos en dos categorías —los que mandan sin mascarilla; los que obedecen, con ella—se han dado cita una reunión que pretende ser catártica y motivadora. 

La economía será uno de los ejes de los principales discursos, que no de los debates. Hablamos de un Estado autoritario que se esfuerza en ser eficaz a cambio de obediencia. Ese es el pacto social sobre el que descansa su autoridad. Mezcla maoísmo, capitalismo y tradición. ¿Con qué instrumentos va a recuperar su crecimiento? ¿Habrá medidas fiscales o una apuesta decidida por la economía más verde y tecnológica? El objetivo es aminorar el impacto de la depresión, recuperar la senda del crecimiento.

Pekín ha logrado tejer una red político-comercial en Asia, África y América Latina, para garantizarse los alimentos y los minerales estratégicos necesarios para sostener su progreso. Hace tiempo que dejó de ser el reino del “todo a cien” basado en copiar patentes sin pagarlas. Se ha convertido en la gran fábrica de la globalización, el lugar al que decenas de miles de empresas han trasladado la elaboración y ensamblaje de sus productos en busca de mayores márgenes de ganancia. Prefirieron importar antes que fabricar en casa sometidos a reglas y sindicatos. La pandemia ha desnudado un sistema que nos ha dejado sin capacidad de fabricar productos de protección sanitaria, respiradores y test para identificar los focos de contagio.

Mayor cooperación

China quiere presentarse al mundo como una gran superpotencia pacificadora y fiable frente al zigzag político y emocional que representa Donald Trump. Para ser creíble, más allá de la propaganda, necesitará cooperar con Occidente en la investigación del origen del covid-19, no tanto para desmontar las teorías de la conspiración, de que todo empezó en el laboratorio de alto rendimiento de Wuhan, sino para aprender sobre la detención temprana del virus y de los tiempos de reacción. Es necesario mejorar la cooperación.

La negativa de Pekín a permitir esa investigación solicitada por más de cien países resulta sospechosa, ¿qué esconde? ¿Acaso una cifra de muertos mayor? Es urgente saber antes de que llegue una segunda ola que podría ser peor que la actual. Aprender de los errores y los aciertos mejoraría la respuesta global.

A diferencia de EEUU, China no necesita dominar el mundo, tener una flota omnipresente en todos los mares y medios militares globales para sentirse segura. China solo busca que la dejen en paz en su esfera de influencia, que incluye Taiwán, Hong Kong y el Mar del sur de China, en el que disputa el control de cientos de pequeñas islas y arrecifes de gran importancia militar.

La gran pugna de la nueva era

Se esperaba una disputa entre China y EEUU por el centro mundial a mediados de siglo, pero la pandemia ha acortado los plazos. ¿Será un trono compartido o disputado? ¿Habrá guerra entre ambos países? ¿Será regional o mundial? Esa es una de las razones de la negativa china a abrir las tripas de su respuesta al virus. ¿Aceptaría EEUU someterse a un escrutinio exterior?

El señalamiento de Trump a China, al “virus chino”, forma parte de esta confrontación, además de una cortina de humo doméstica. Se ha sabido que en los juegos de guerra –simulaciones en ordenadores– de un supuesto conflicto regional realizados este año, ganaría Pekín, y más si cuenta con Rusia como aliado. China ha mejorado en todos los aspectos militares tradicionales y en el nuevo campo de la ciberguerra. Esa seguridad en su capacidad es una mala noticia para Taiwán y Hong Kong, y para el disputado archipiélago de Spratly, en el Mar del Sur de China.

Nada de esto está en la reunión del Partido Comunista Chino. La política y el largo plazo no se debaten en público, y menos aún en Twitter. El sistema político chino se basa en una cultura milenaria basada en la paciencia. Juegan al ajedrez sobre tres tiempos dramáticos: pasado, presente y futuro. No existe reloj ni calendario, ni plazos electorales. Es una maquinaria que se desplaza hacia un objetivo, sin importar si se alcanza este año o dentro de dos generaciones.

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