Los efectos del covid-19
Nuevas maneras de vivir y trabajar
No nos equivocaremos si ponemos a las personas y su necesidad de interacción con otras personas en el centro de todas las decisiones
Anna Gener Surrell
CEO de Savills Aguirre Newman Barcelona. Comité editorial de EL PERIÓDICO
La situación de confinamiento forzoso nos está dejando un inesperado aprendizaje sobre las diferentes maneras de vivir y trabajar, poniendo en cuestión algunas de nuestras convicciones. Tras esta experiencia cabe preguntarse si las oficinas seguirán siendo el lugar habitual para trabajar o si las ciudades perderán atractivo como modelo de organización social, en favor de los ámbitos más naturales.
Sobre las oficinas
A pesar de estar trabajando desde casa durante más de dos meses en las anómalas condiciones que obliga el confinamiento, estamos desempeñando nuestro trabajo con un gran nivel de eficiencia y responsabilidad.
Esta constatación ha llevado a varias voces pronosticar la muerte de las oficinas, ante el convencimiento de que la tecnología nos permitirá trabajar desde casa, sin perder el contacto con nuestro entorno laboral. De esta manera, se ha abierto un escenario tentador para el mundo corporativo en forma de un eventual ahorro de las rentas de oficinas, en un momento en el que es vital la optimización de costes para todas las organizaciones.
Una posibilidad atractiva pero poco realista, a pesar de que la experiencia del trabajo en remoto ha resultado sorprendentemente exitosa. Lo cierto es que no parece muy razonable sostener que podamos reemplazar la presencia humana por las pantallas de manera sostenida en el tiempo.
Una organización empresarial, básicamente, se define por las personas que la conforman. Es una red complejísima de emociones y expectativas que requiere ser tratada con responsabilidad y delicadeza. No se puede gestionar a distancia un universo tan sensible; la interacción humana es esencial en una organización, y esta solo se puede dar cuando diferentes personas coinciden en un mismo espacio físico.
Las oficinas no morirán, pero se reconvertirán profundamente. Serán más tecnológicas, los espacios serán más flexibles, estarán dotadas de “contenidos” que explicarán los valores y el propósito de la organización empresarial, y por encima de todo, contarán con un diseño que favorezca las relaciones interpersonales.
Trabajaremos de manera más eficiente y racional, flexibilizando los horarios de entrada y salida, facilitando la posibilidad de trabajar desde casa. Habrá cambios relevantes, pero seguiremos acudiendo a la oficina casi a diario, porque es allí donde encontraremos a quienes forman parte de nuestra comunidad profesional; personas a las que nos sentimos unidos. Los profesionales que formamos parte de una organización necesitamos lugares donde encontrarnos para trabajar e interactuar. Estos espacios no solo no desaparecerán, sino que cobrarán más importancia, porque se dará en ellos un proceso de identificación con la comunidad de personas que constituye la organización.
La consideración de los espacios de trabajo como una herramienta para atraer talento, cuidar a los equipos humanos o generar orgullo de pertenencia, ya eran tendencias que estaban presentes en el mundo de las oficinas, aunque quizá de un modo algo teórico. La pandemia acelerará un cambio que ya se estaba gestando.
Sobre las ciudades
No solo las oficinas se han visto cuestionadas durante la pandemia; el atractivo de la vida urbana también se ha puesto en duda. Varios artículos pronostican futuros desplazamientos de los habitantes de las urbes hacia entornos rurales, para huir de la masificación.
Es cierto que los ámbitos urbanos no han proporcionado una gran calidad de vida durante el confinamiento, pero una vez superemos esta circunstancia insólita, las ciudades recobrarán su brillo natural. Concentran la mayor parte de los puestos de trabajo, de los centros académicos, los servicios y la oferta cultural. Son un importante punto de encuentro del talento, del conocimiento y de la energía creativa. Pero sobre todo, proporcionan algo que valoramos por encima de cualquier otra cosa: nos permiten relacionarnos con muchas otras personas. Su oferta es imbatible.
Las ciudades se reconvertirán; buscarán transformarse en lugares más fáciles y más habitables. El modelo urbano típicamente mediterráneo, de mezcla de usos urbanísticos (vivienda, oficinas, equipamientos) en un mismo barrio, e incluso en una misma mazana, será cada vez más apreciado en todo el mundo.
Vamos hacia un modelo de una ciudad “caminable” con múltiples centros, todos ellos perfectamente autónomos. Se buscará evitar los grandes desplazamientos, para quitar presión al transporte público y reducir el uso del automóvil.
Debemos aprovechar esta experiencia para redefinir nuestra manera de vivir y trabajar, incrementando la calidad de vida de la ciudadanía.
No nos equivocaremos si ponemos a las personas y su necesidad de interacción con otras personas en el centro de todas las decisiones.
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