Al contrataque
La calle
Que el Estado decida qué me tengo que poner para salir a la calle, al aire libre, no a un local público, me hace sentir mucho más frágil
Milena Busquets
Escritora
Milena Busquets
Hace unos días me compré una mascarilla, no para protegerme de la enfermedad, sino para protegerme del juicio de los demás. No la necesitaba: salgo poco de casa, no utilizo el transporte público y no frecuento lugares con mucha gente.
Ahora resulta que serán obligatorias incluso en la calle. No lo han logrado los científicos, lo ha logrado la presión social. Cada día le preguntaban al doctor Simón si era obligatorio llevar mascarilla y cada día respondía que era muy recomendable pero que lo importante era mantener la distancia social. Añadía también que no era sencillo implantar una medida así ya que había personas que por razones médicas no toleraban el uso de la mascarilla. Pero daba igual lo que dijese.
A mí, el uso obligatorio de la mascarilla por la calle me recuerda a la imposición de la estrella amarilla durante el nazismo. Ya sé que no lo es lo mismo, que la estrella de David servía para señalar y humillar a una raza y que el uso masivo de mascarillas es para protegernos. Pero uno no decide cómo surgen y se relacionan las cosas en su cerebro.
Estoy segura de que el uso obligatorio de mascarillas por la calle hará que mucha gente se sienta más tranquila y protegida, y me alegro mucho, pero a mí, que el Estado decida qué me tengo que poner para salir a la calle, no a un local público, no a un concierto multitudinario al aire libre, no a un partido de fútbol, no a la peluquería (el otro día fui y obviamente me puse mascarilla), a la calle, al aire libre, libre, me hace sentir mucho más frágil.
Otra cosa es cómo van a imponer esa medida: ¿llevarán los policías cintas métricas en el bolsillo para ver si cumplimos o no con los dos metros de distancia? ¿Nos harán fotos como hacen con los coches mal aparcados y las adjuntarán a la multa?
En fin, supongo que todo se debe a que nací en los 70 y a que tengo demasiado interiorizado lo de “las calles serán siempre nuestras”. El problema es que también creo que “el mar será siempre nuestro”. Y ¿qué van a hacer cuando nos metamos en el agua? ¿Perseguirnos a nado?
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