Análisis

Europa, ahora o nunca

El eje París-Berlín, apoyado sobre todo en Madrid y Roma, debe vencer en la discusión contra los países que se oponen al plan de 500.000 millones para un fondo de recuperación

Macron y Merkel durante la cumbre de la UE en Sibiu, Rumanía, el pasado 9 de mayo.

Macron y Merkel durante la cumbre de la UE en Sibiu, Rumanía, el pasado 9 de mayo. / periodico

Carlos Carnicero Urabayen

Carlos Carnicero Urabayen

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Cualquiera de los shocks de la última década, desde la crisis del euro hasta el 'brexit', por muy graves que fueran, no desplegaron los devastadores efectos del covid-19. Sin exagerar, las balas de hielo del maldito virus – sanitarias, económicas, sociales - podrían acabar prácticamente con todo, incluida la UE, el más exitoso proyecto de paz, progreso y libertad que ha visto el mundo.

La Unión debería servir de escudo. De momento es un chamizo. Graniza sobre mojado. Las decepciones más o menos justas que Europa ha provocado en millones de ciudadanos en los últimos años son las madres del 'brexit' y de los 'Salvinis¡ que ahora anhelan el empujón final. Es evidente que una Europa inspirada en las recetas de Vox u Orbán terminaría con esa paz, progreso y libertad que tendemos a dar por supuestos, pero que en este gran apagón valoramos más que nunca.

Es verdad: el virus ha golpeado el corazón de la sanidad, un área en que la Unión no tiene competencias. Pero tampoco las labores de coordinación en asuntos críticos – levantamiento coordinado de fronteras, uso de tecnología móvil para aislar el virus, estándares homologables para garantizar la seguridad en lugares de ocio– se están produciendo.

Como recordaba el vicepresidente de la Comisión Timmermans, al ciudadano poco le importan las competencias. Quiere soluciones. Hay un área donde Europa no puede fallar: en la reanimación de las economías del continente que se enfrentan a la peor crisis desde la segunda guerra mundial.

En principio, cabría pensar que, dada la mortífera habilidad del virus en no discriminar, los europeos estarían “todos a una” para hacer frente a sus consecuencias. No tan rápido. El impacto es desigual. Lo ha recordado - buena señal - la presidenta Von der Leyen: el prematuro golpe a españoles e italianos ayudó a que otros se prepararan. No todos los países dependen en mismo modo del turismo y los servicios. Añado: el margen fiscal para responder es distinto (del total de ayudas aprobadas por los países para ayudar a las empresas, la mitad se han dado en Alemania).

El plan presentado por Macron y Merkel para un fondo de recuperación podría armar ese escudo protector. Junto a la vital labor que desarrolla el BCE, el plan franco-alemán, dotado con 500.000 millones de euros, contiene un elemento esencial: otorgaría subvenciones a las regiones más necesitadas, no préstamos. La diferencia es fundamental. Ya existe un mecanismo para acceder a crédito en la lucha contra la pandemia y el problema principal de países como Italia y España es que su deuda pública será astronómica. Sería también la primera vez que se emitiría deuda con cargo al presupuesto europeo.

Los líderes de Austria, Países Bajos, Dinamarca y Suecia han sacado las garras para sujetarse la cartera. Como si la reconstrucción no fuera con ellos, como si no se beneficiaran del mercado único, como si sus turistas no mojasen sus pantorrillas en Mallorca. El eje París-Berlín, apoyado sobre todo en Madrid y Roma debe vencer esta discusión. No queda otra para Europa: ahora o nunca.

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