Ira y uvas

Después de leer <strong>el reportaje de EL PERIODICO sobre la crisis social que se nos viene encima</strong> (no, mentira, que ya tenemos entre nosotros: en las colas para obtener alimentos, en la lucha -perdida- para pagar alquileres de habitaciones esqueléticas y realquiladas; en los millones de personas que no pueden hacer frente a las facturas más esenciales, en el paro desbocado), es inevitable pensar que "crisis social" es un sintagma demasiado blando para referirse a un acantilado que nos lleva al caos. Pasar vergüenza por pedir un litro de leche o temblar literalmente ante los recibos o temer la muerte porque no tienes suficiente para las pastillas.

Personas desnudas ante un panorama que se parece mucho al que dibujó Steinbeck, en aquellas uvas que se iban llenando de rabia e impotencia y que pesaban cada vez más. En el alma de la familia Joad y de tantas familias, estas uvas, tarde o temprano, estallarán en una vendimia inefable, desconocida, porque "en los ojos de los hambrientos hay una ira creciente". Nos fijamos en las manifestaciones de cazuelas de tonos pinochetistas; mientras tanto, en la liana trepadora de las calles, las bayas jugosas siguen su camino.

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