INCIDENCIA DEL COVID-19

El coronavirus y la infancia

Las principales víctimas indirectas de la pandemia son los niños y niñas, incluso en países en los que está aparentemente contenida

Preparación de un cargamento de Unicef con tests de covid-19, en el aeropuerto de Rangún (Myanmar), el 10 de mayo

Preparación de un cargamento de Unicef con tests de covid-19, en el aeropuerto de Rangún (Myanmar), el 10 de mayo / periodico

Jaume Lanaspa

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La pandemia que nos aflige está afectando directamente con especial virulencia al segmento de población de mayor edad, especialmente a partir de los 80 años. El secular aumento de longevidad se ha convertido, a causa de esta nueva infección, en un factor de vulnerabilidad, con la paradoja añadida de que su incidencia es mayor en los países desarrollados, tanto por la mayor esperanza de vida de su población como por la cultura de alojar en residencias a las personas de más edad, a diferencia de lo que ocurre en países en desarrollo.

Sin embargo, y con gran diferencia, desde un punto de vista cuantitativo, las principales víctimas indirectas en todo el mundo son los niños y niñas, incluso en lugares en los que la epidemia está aparentemente contenida. Es por ello por lo que, en medio de esta crisis, Unicef solo tiene una meta en el horizonte: evitar que se genere una mayor vulnerabilidad en la infancia.

Y ello tanto en zonas con conflictos bélicos, como en Siria, donde la guerra suma más de 3.300 días, como en los campos de refugiados, por ejemplo en Grecia, cuyos precarios sistemas de salud no están preparados para afrontar una epidemia como esta. Si llega a producirse, como es de temer, los efectos serán devastadores.

El riesgo de las aulas cerradas

También en los países en desarrollo las consecuencias sociales de la pandemia tienen una especial incidencia en la infancia. De los 1.500 millones de niños y niñas que hoy no van a clase, una proporción importante corresponde a países donde la escuela no solo es el lugar donde aprenden, sino un elemento de protección y de acceso al sistema de salud y a la alimentación. Las aulas hoy cerradas pueden provocar mañana más trabajo infantil, matrimonios de niñas o desnutrición.

Igualmente, en muchos de estos países la epidemia ha interrumpido o postergado las campañas de vacunación, de forma que millones de niños y niñas pueden perder la vida a causa del sarampión, la difteria o la poliomielitis. También pueden ver aumentados dramáticamente los casos de malaria.

Por lo que respecta a los países industrializados, los efectos de la epidemia afectarán especialmente a la infancia vulnerable, por ejemplo en riesgo o situación de pobreza, que supone  una proporción no desdeñable del total. Y no solo por las menores oportunidades educativas derivadas del confinamiento, sino por la pérdida del soporte de todo tipo que supone la escuela y -más aún- por las dramáticas perspectivas de su ámbito familiar a corto y medio plazo.

Por todo ello, porque la infancia está siendo el colectivo más dañado, Unicef trabaja junto a sus aliados y los gobiernos desarrollando planes de contingencia en los países más afectados y estimulando las iniciativas multilaterales frente a la crisis, con la convicción de que solo una respuesta global y solidaria servirá para protegernos a todos.

Asimismo, ante una situación sin precedentes, Unicef ha efectuado un llamamiento de emergencia, por un importe de más de 1.400 millones de euros, destinados a apoyar los esfuerzos globales para contener el virus y conseguir que los efectos de la epidemia sean lo menos dolorosos posible para la infancia de todo el mundo.

*Presidente de Unicef Comité Catalunya.