Opinión | EDITORIAL

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Las divisiones abren paso a Albiol

La incapacidad para cerrar acuerdos en Badalona es un mal precedente cuando tan necesaria será la capacidad de pacto en Catalunya y España

Xavier García Albiol, durante su toma posesión como alcalde de Badalona, este martes 12 de mayo

Xavier García Albiol, durante su toma posesión como alcalde de Badalona, este martes 12 de mayo / periodico

Los problemas personales que llevaron al exalcalde socialista de Badalona Àlex Pastor a arruinar su carrera política tras ser detenido rompiendo el confinamiento en estado de ebriedad han desatado una crisis que ha entregado la alcaldía de Badalona al popular Xavier García Albiol. A última hora, la exalcaldesa Dolors Sabater y los otros tres concejales de Guanyem, confluencia con el apoyo de la CUP, se negaron a suscribir el acuerdo que preveía alternarse con el PSC, hasta el final del mandato, en la alcaldía de la que fue la tercera ciudad de Catalunya y tras años de estancamiento ha pasado a ser la cuarta.

Los resultados de las elecciones del 2019 no solo permitían, sino que avalaban esta solución. Desde que perdió la alcaldía, García Albiol no dejó de defender que la única candidatura legitimada para gobernar Badalona era la suya, como fuerza más votada -en el 2019, con el 37% de votos y 11 concejales, al aglutinar con su discurso de mano dura y una candidatura más personalista que de partido todo el voto del PP, Ciudadanos y Vox y también sacar provecho de los errores de sus sucesores-.

Duelo cainita

Los partidos que explícitamente expresaron que su proyecto pasaba por evitar el regreso de Albiol sumaron en cambio el 58% de los votos y 16 concejales, 15 de las diversas fuerzas de las enconadamente divididas izquierdas de Badalona (6 del PSC, 4 de Guanyem, 3 de ERC, más desmarcada este martes que nunca de Sabater tras haber compartido lista, y 2 de los Comuns), más el concejal de JxCat. Así pues, la elección de Albiol no restituye una voluntad del electorado de Badalona ignorada hasta el pleno de este martes. El resto de grupos municipales tenían toda legitimidad, y aun el compromiso ante sus votantes, para sumar una mayoría de gobierno. Hasta que decidieron dejar de hacerlo tras un duelo cainita, abriendo el paso, también legítimamente, a falta de una alternativa, al cabeza de la lista más votada. 

El paso de la vara de alcalde del PSC al PP ha desencadenado una cascada de reproches. Desde el campo independentista se acusa al PSC de preferir un Gobierno del PP por no haber votado incondicionalmente a Sabater después de que esta rompiese el acuerdo suscrito por los socialistas, ERC, Comuns y JxCat; igual que días antes desde los altavoces de la derecha española se acusaba al PSC de estar dispuesto de entregar la ciudad al soberanismo. Otros acusan al independentismo en conjunto de prefigurar con su decisión una estrategia que considera más rentable entregar al poder a la derecha española que colaborar en la gobernanza con las fuerzas progresistas: aunque algunas voces en este campo no ayuden a desmentir esta impresión, no se puede olvidar que desde ERC a JxCat estaban dispuestos al acuerdo con los socialistas. Los grupos municipales de Badalona, que han actuado obedeciendo a una dinámica esencialmente local, han señalado como responsable de la falta de acuerdo al empecinamiento de la exalcaldesa Sabater. Aunque casi ninguno de los implicados en el acuerdo frustrado pueda considerarse ajeno a su fiasco. 

Más allá de lo local

El cambio de alcaldía de Badalona es, en primera instancia, una decisión relevante para los 220.000 ciudadanos de esta ciudad. Su ayuntamiento deberá enfrentarse a una gravísima crisis sanitaria, social y económica con una mayoría mucho más débil y un menor margen de maniobra política. La disposición expresada por Albiol a gobernar con mano tendida es una buena noticia, aunque sus antecedentes como alcalde y su estrategia de ocupar el espacio político de Vox con su discurso sobre la inmigración y el orden público no resulte precisamente tranquilizadora.

Pero el relevo de Badalona tiene una dimensión que va más allá de lo local. La incapacidad de llegar a acuerdos, y la capacidad de las opciones maximalistas de hacerlos saltar por los aires demostrada este martes, no resulta un buen augurio cuando es tan evidente la necesidad de estar en condiciones de llegar a consensos amplios para la reconstrucción tras una crisis que se anuncia devastadora y posibilitar acuerdos transversales que garanticen la gobernabilidad de Catalunya y España y cierren el paso a la derecha más extrema.