La clave

No estamos tan mal

A pesar del fatalismo, los datos evidencian que se cumplen las nuevas normas

Numerosos ciudadanos pasean por la calle de Menéndez Pelayo de Madrid, el domingo 10 de abril

Numerosos ciudadanos pasean por la calle de Menéndez Pelayo de Madrid, el domingo 10 de abril / periodico

Albert Sáez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Tendemos al fatalismo. A ese sentimiento trágico de la vida. El confinamiento agudiza el pesimismo vital. El exterior ha sido, durante semanas, un lugar tan prohibido como inhóspito. Desde la ventana vemos más transgresiones de las que realmente se producen. Nos sale ese policía del balcón cargado de mal humor y de rabia incontenida. La respuesta a esta pandemia ha tenido el patrón chino desde el principio hasta el final. Para lo bueno y para lo malo. Seguramente, en Occidente hubiéramos descartado el confinamiento porque nos parecía imposible, no plausible que dirían los sociólogos. Este panorama, más la suma de más de 40 días de estado de alarma, acentúan el pesimismo innato. O la pulsión de acusar al vecino. La desescalada ha puesto en evidencia que, en materia de agravios, los localismos y los regionalismos van a la zaga de los nacionalismos. Al menos, para los políticos que se han tomado el tema como si de un Barça-Madrid se tratara. 

Si salimos de la burbuja de política en las redes, la realidad es otra. Dice Fernando Simón que la salida de los niños hace quince días no ha provocado un repunte. Siempre hay que decir que de momento. Lo cierto es que la mayoría cumplimos. Y los que no lo hacen, se esconden. Esa es, sin duda, una buena señal. Estamos protagonizando un drama sanitario y económico que ha dado paso a un gran experimento social: cambiar las normas de golpe y porrazo, a golpe de decreto y sin margen para la disidencia ni la lentitud. Nos queda pendiente un debate sobre las libertades que deberemos afrontar en cuanto llegue la vacuna o el cóctel de retrovirales que pare este coronavirus. Pero, los resultados no son tan malos. Ni tampoco tan diferentes. En la germánica Milán, el alcalde ha tenido que reprender a los jóvenes en los primeros ejercicios de desconfinamiento. En Alemania, se plantean retroceder en algunas zonas por falta de disciplina. Aquí, ahora empieza en reto de verdad. No todos podemos hacer lo mismo. Si lo hubiéramos entendido de inicio, nos habríamos ahorrado mucho sufrimiento. Y mucho dinero, no lo olvide señora Díaz Ayuso. 

Suscríbete para seguir leyendo