Opinión | Editorial
El Periódico
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La transformación de la ciudad
El reto urgente de la pandemia se ha convertido en un aliado inesperado en el reto de hacer las grandes urbes más humanas, amables y ecológicas
Aún no ha llegado el turno de Barcelona, pero la fase 1 del desconfinamiento está cerca. Con la desescalada se producirán cambios sustanciales en el uso de las calles. Algunos serán temporales, mientras el virus siga marcando nuestras vidas, pero otros llegarán para quedarse. El reto urgente que plantea la pandemia se han convertido en el aliado inesperado para una transformación necesaria. El coronavirus se ha ensañado especialmente con las ciudades. La alta densidad de población y la movilidad ha favorecido su expansión. También la desigualdad ha entrado en juego. En Barcelona, los distritos de Nou Barris y Horta-Guinardó han presentado los índices más elevados de contagio y letalidad, lo que llevó al Ayuntamiento a reforzar la limpieza y la mediación. También se intensificó la información sobre el confinamiento en aquellos colectivos con un menor acceso a las redes digitales y a la información.
La pandemia del covid-19 ha puesto en diálogo las necesidades circunstanciales de la desescalada con los múltiples debates que ya existían sobre las nuevas concepciones de ciudades más verdes. Son muchos los retos y variadas las propuestas para afrontarlos. En el horizonte está la necesidad de convertir las grandes urbes en entornos más amables, humanos y ecológicos. Hay múltiples factores a tener en cuenta: densidad, movilidad, intereses económicos, espacios de relación, usos intergeneracionales, reducción de la desigualdad…
Lejos quedan las críticas a los carriles bici o las supermanzanas. Hoy, ambas medidas resultan más imprescindibles que nunca. Mientras el riesgo de infección siga presente, es necesario una transformación que favorezca la distancia social, factor clave para evitar el contagio. Barcelona ya ha arrancado las obras para ampliar 30.000 metros cuadros de aceras y construir 21 kilómetros de nuevos carriles bicis. En paralelo, se está trabajando en ampliar el concepto de las superillas. Mientras en París se debate sobre 'la ciudad de los 15 minutos' –tener resueltas las necesidades básicas de alimento, empleo, educación, cultura y ocio con un desplazamiento máximo de un cuarto de hora caminando–-, en Barcelona se proyecta dotar de una dimensión social a las supermanzanas, integrando en ellas todos los servicios básicos: desde atención sanitaria, vivienda, comercio y ocio. Un espacio que promueva la relación social y reduzca los desplazamientos. Menos contaminación, menos estrés y, en una situación como la actual, menos riesgo de infecciones.
El turismo masivo va a ser el gran ausente de esta temporada. Necesario y denostado casi a partes iguales, el virus lo va a alejar de nuestras calles durante unos meses. Del mismo modo que Nueva York, Londres o París, Barcelona se enfrenta a un reto económico inmediato, pero también a una oportunidad que puede resultar beneficiosa a medio y largo plazo. Es el momento de repensarse, de reconectar con los vecinos y de implementar medidas que permitan combatir la gentrificación y el turismo uniformador. Expertos internacionales apuntan a una tendencia a valorar la autenticidad de los destinos. En esta concepción de turismo, Barcelona tiene mucho a ganar. Una ocasión para añadir valor a la ciudad sin expulsar a los vecinos de sus calles.
Más del 55% de la población mundial vive en ciudades. En el año 2050, la ONU estima que la cifra será el 68%. Los retos y las oportunidades resultan enormes, y no solo para el urbanismo. Frente a décadas de pensar y actuar en global, ahora la mirada se ajusta a lo local. La evolución no solo será urbanística, sino que comportará cambios en los espacios de poder e influencia. En la lucha contra la pandemia, las ciudades han tomado las riendas. Resultará clave la coordinación y cooperación entre el gobierno local, autonómico y central para dotar a la ciudad de los recursos necesarios para su reconstrucción.
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